La palabra micromachismo cada vez se utiliza más y la verdad es que usamos micromachismos sin darnos cuenta constantemente casi a diario pero,

¿Qué son los micromachismos?

Los micromachismos son manifestaciones machistas sutiles y culturalmente aceptadas, son pequeños gestos, comentarios y actitudes sexistas, son actos habituales y cotidianos que pueden ser utilizados consciente o inconscientemente ya que forman parte de la herencia sexista de la cultura patriarcal y retrógrada basada en la desigualdad de género.

En la sociedad actual, se han mejorado las relaciones sociales igualitarias pero los micromachismos forman parte de la vida doméstica, de pareja, la laboral, la escolar e incluso de la forma en la cual nos comportamos y comunicamos. con conocidos y desconocidos.

Los micromachismos los tenemos todos tan interiorizados e instaurados en lo más profundo de nuestro comportamiento social que, aunque odiemos y condenemos el machismo, muchas veces sin darnos cuenta nos salen solos. Forman parte de la educación machista que todas y todos hemos vivido porque hemos crecido bajo el mismo paraguas patriarcal.

Que estemos acostumbrados a los micromachismos y que sigan formando parte de lo cotidiano indica hasta qué punto están interiorizadas las ideas machistas en nuestra sociedad. Para conseguir la equidad debemos visibilizar los micromachismos y todos los tipos de machismos y sexismos presentes en la sociedad.

Algunos ejemplos de micromachismos habituales son:

  • “Se te va a pasar el arroz” este micromachismo lo utilizan muchas mujeres que siguen pensando que la única meta y obligación en la vida de una mujer es la de traer hijos al mundo y criarlos.
  • “Hoy te han dejado de niñera” cuando el padre se queda en casa al cuidado de sus hijos se supone que asume el trabajo de una mujer pero en realidad está haciendo de lo que es, padre de sus hijos.
  • “Qué suerte, tu marido te ayuda en casa” si somos dos en casa las tareas son por igual de ambos, la educación machista inculca que es la mujer quien debe hacerse cargo de las tareas domésticas cuando en realidad se trata de convivir en igualdad y compartir las tareas.
  • “Esas no son formas de hablar para una señorita” en nuestro entorno social todos y todas somos libres de expresarnos como queramos. No existen palabras propiamente masculinas ni otras vetadas a las mujeres, al igual que una misma palabra no es buena en la boca de un hombre e inexplicablemente mala en boca de una mujer.
  • “Qué suerte, tu chico es todo un padrazo” mamá que es la que suele cambiar pañales, dar el biberón, cantar nanas, etc. Nunca será una madraza, simplemente es madre. Lo que tiene que ser y lo que debe hacer según la educación machista. Si resulta que el padre ejerce sus tareas como tal pasa automáticamente al rango superior de padrazo.
  • “Corres como una niña”, “Los hombres no lloran”, “La cocinita de juguete para la niña y el telescopio para el niño”: estos micromachismos basados en estereotipos despreciativos hacen daño a ambos sexos. A los hombres se les priva de poder expresar sus emociones, se les inculca diferentes roles en lo doméstico y académico / laboral y se les incita a ser mejores que las mujeres. A las mujeres, se las relega a un plano inferior al del hombre, de servicio e inferioridad.

Debemos ser conscientes de lo que decimos, cómo lo decimos y de lo que nos dicen para así poder visibilizarlo, atajarlo y no transmitirlo a las siguientes generaciones y poder educar en igualdad real.

La igualdad de género debe darse en todos los ámbitos y a todos los niveles por ello, hay que darles la importancia que tienen a los micromachismos, pues son la base de otras formas de machismo más visibles y graves como la violencia de género o los abusos y agresiones sexuales.

Un micromachismo suele ser casi imperceptible, tanto que muchas veces ni nos damos cuenta y pasa totalmente inadvertido. Muchos micromachismos carecen de intencionalidad, mala voluntad o planificación y son utilizados por hombres y también por mujeres ya que tenemos pensamientos, actitudes y conductas misóginas interiorizadas en mayor o menor medida por la educación machista recibida.

Por ejemplo, nos esforzamos en educar a nuestras hijas para que tengan cuidado de con quién se juntan, que sean prudentes y cuidadosas ante extraños evitando determinados lugares a ciertas horas, con no vestir provocativas y así, quizás, evitar posibles abusos sexuales. Lo que deberíamos hacer, es educar a nuestros hijos varones en el respeto y la igualdad real.

En otros casos, los micromachismos son conscientes y tienen intencionalidad. Son microabusos y microviolencias que atentan contra la autonomía personal de la mujer. Forman parte de las habilidades de reacción frente a las mujeres que han desarrollado algunos hombres para mantener su dominio y control sobre las mujeres por su supuesta superioridad conforme al ideal de masculinidad tradicional.

Cuando los micromachismos son continuados y persistentes en el tiempo, son una forma de abuso psicológico que genera problemas de salud a las mujeres que conviven habitualmente con ellos y suponen una forma de reconocer la violencia machista ­de que llegue a niveles más agresivos.

Algunas consecuencias de los micromachismos cotidianos que se viven generalmente en las relaciones de pareja repercuten en la calidad de vida de las mujeres y causan: baja autoestima, confusión, inseguridad, estrés emocional, limitación de la libertad, malestar difuso y somatizaciones varias.

La  persona  que  manifiesta  las actitudes  micromachistas, intencionadas sale reforzada, con sensación de poder, control y dominación sobre la mujer.

Hay que darse cuenta del daño que hacen los micromachismos en todas las esferas de la vida de las mujeres. Aunque algo sea frecuente o habitual no implica que sea bueno, debemos y podemos aspirar a una sociedad mejor para todas y todos.

Los micromachismos son una forma de machismo de baja intensidad, son comportamientos sexistas que constituyen  un  peligroso  caldo  de  cultivo  que ayuda a perpetuar la desigualdad entre hombres y mujeres, la discriminación,  los roles de género, el machismo y la violencia contra las mujeres.

¿De dónde surge el concepto de micromachismo?

El termino micromachismo fue acuñado por primera vez en 1990 por el psiquiatra y psicoterapeuta argentino Luis Bonino Méndez, especializado en los problemas clínicos y psicosociales especialmente en los varones desde una perspectiva de género.

Bonino es edirector del centro de estudios de la condición masculina y miembro del Observatorio Estatal de Violencia sobre la mujer.

Según Bonino, “Los hombres no pueden cambiar a menos que se despojen de su sentirse con derecho. Aun  los  varones  mejor  intencionados  y  con  la  autopercepción  de  ser  poco  dominantes  los  realizan,  porque están fuertemente inscritos en su programa de hábitos de actuación con las mujeres. Los hombres podemos cambiar e incorporar el no todo se puede».

Tipos de micromachismos en las relaciones de pareja

Luis Bonino clasificó los micromachismos en base a su objetivo o naturaleza en las relaciones de pareja como: utilitarios, coercitivos, encubiertos y de crisis.

Micromachismos utilitarios: Este tipo de micromachismo es el más fácil de identificar, afecta principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servir y cuidar para beneficiarse de ello.

Ejemplos claros de micromachismos utilitarios en la convivencia del hogar son:

  • “Espera, que te ayudo a poner la mesa”
  • “Cariño, te he puesto la lavadora”

Si el hombre ayuda a la mujer de vez en cuando en tareas que en realidad son de ambos es porque da por hecho que la responsabilidad de las tareas domésticas son de la mujer conforme a los roles de género sexistas. Este tipo de micromachismo cotidiano tan habitual evidencia que la igualdad real no ha llegado.

¿Cómo se rompe con los micromachismos utilitarios? Simple, se rompe con la corresponsabilidad que según la RAE se define como la responsabilidad compartida con otra u otras personas.

Micromachismos coercitivos o directos: Este tipo de micromachismo busca atacar directamente a la percepción de autonomía de la mujer. Son micromachismos con los cuales el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión para intentar convencerlas de que no tienen razón.

Los micromachismos coercitivos o directos están presentes en conductas como la intimidación, el control del dinero, la no participación en lo doméstico, uso expansivo abusivo del espacio físico y del tiempo para sí, insistencia abusiva, apelación a la superioridad de la lógica varonil, toma o abandonos repentinos del mando de la situación.

Micromachismos encubiertos o indirectos: Son los micromachismos más sutiles, los que buscan la imposición de las “verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Implican el abuso de la confianza y credibilidad de la mujer ocultando su objetivo.

Los micromachismos encubiertos están presentes en los silencios, los paternalismos, desautorización, la comunicación de tipo defensiva-obsesiva, la manipulación emocional, engaños y mentiras, la desvalorización, la manipulación emocional, la comparación ventajosa y la minusvaloración de los propios errores.

Micromachismos de crisis: Son los micromachismos que surgen cuando las mujeres empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la relación de pareja. Cuando la mujer aumenta su cuota de poder, el hombre trata de ser más controlador.

Este tipo de micromachismo fuerza la permanencia en el estatus de superioridad mediante conductas como el hipercontrol, el victimismo, la resistencia pasiva, el falso apoyo, el distanciamiento emocional y el rehuir de la crítica y la negociación.

Manspreading: un síntoma de la (mala) educación machista a nivel mundial

El manspreading es una actitud masculina de menor gravedad pero que comparte una misma raíz y sirve de ejemplo de un micromachismo presente en los hombres de casi todo el planeta. En castellano, para que nos entendamos, consiste en el despatarre masculino por ejemplo en el trasporte público.

¿Quién no ha visto o ha tenido al lado a un hombre sentado con las piernas abiertas en el asiento del metro o del autobús ocupando una plaza y media y algunas veces incluso más?

Existe una razón por la que esto ocurre y aunque no nos demos cuenta de ella surgen excusas para ciertas conductas o actitudes que ejecutamos automáticamente y sin pensar, de forma innata. Es como si esta conducta estuviese impresa en el ADN masculino.

En el caso del manspreading muchos hombres no son conscientes de hacerlo otros, lo hacen cómo muestra de virilidad, otros lo justifican basándose en el hecho de no rozar o apretar sus genitales entre las piernas y/o que no suba su temperatura testicular y así poder tener una correcta formación de espermatozoide lo cual es, fisiológicamente  y anatómicamente falso.

Es posible que resulte exagerado pensar que algo tan simple y cotidiano como espatarrarse en un asiento público de algún servicio de transporte sea una conducta o una actitud machista. Pues simple y llanamente se trata de mala educación, la mala educación machista que hemos recibido, aceptado e interiorizado.

Sentarse y abrirse de piernas invadiendo el espacio físico y vital de la persona que tienes al lado (habitualmente mujeres) es una falta de respeto y de educación. En la educación machista (la mala educación) se ha enseñado a los hombres a dominar, a ocupar el espacio público, a hacerlo propio y a las mujeres a ocupar el mínimo espacio, a limitarse al espacio privado (la casa), a cerrar las piernas por decoro y a no estorbar.

El manspreading ocurre en todo el planeta, son varias las entidades e iniciativas por todo el mundo que ya hacen campañas de sensibilización sobre esta conducta tan molesta desde que se acuñó éste término en New York en 2014 con el lema “Amigo, es de mala educación.”

En Japón, los carteles ilustrados del Metro de Tokio sugieren que esa postura es una violación de la etiqueta. En Seúl colocaron pegatinas en el suelo de los vagones de metro para que los hombres supiesen cuánto podían abrir las piernas sin molestar a otros pasajeros.

En Pensilvania y Seattle se aborda la prohibición de éste hábito de los usuarios en general sin asignar un género específico a sus campañas, enfatizando el hecho de que los pasajeros de cualquier género deben ser respetuosos y ocupar solo un asiento.

La empresa Municipal de Trasportes de Madrid incluye entre la iconografía de ayudas y advertencias en sus vehículos la prohibición del manspreading mediante un pictograma de una figura masculina sentada con las piernas abiertas y encima, una cruz roja en señal de prohibición.

Transportes Metropolitanos de Barcelona ha lanzado un vídeo en contra de la actitud de los hombres que se espatarran en el metro y autobús. Adicionalmente, se han puestos carteles publicitarios de Netflix en los vehículos públicos de Barcelona que hace hincapié en la crítica a ésta práctica con el lema “¿Despatarrado? Cierra las piernas…” y un icono de hombre con las piernas abiertas invadiendo los asientos y espacio de las mujeres que tiene a ambos lados.