Introducción

Uno de los conceptos que mayor interés ha suscitado en el campo de la psicología, especialmente durante la última década, es el de resiliencia.

La R.A.E. define resiliencia como la resistencia de un objeto a la rotura por golpe. Otra definición, más cercana a las ciencias físicas que a las ciencias sociales, es la capacidad de un cuerpo o material de recuperar su estructura original después de haber sido sometido a una presión que hubiera producido una deformación en dicho cuerpo.

(Kumpfer et al., 1998), ha descrito, ya en términos psicológicos, el concepto de resiliencia, observando la habilidad/capacidad de niños de corta edad para sobreponerse a acontecimientos extremos, traumáticos, o cuanto menos, situaciones con elevados niveles de estrés sostenido. Kumpfer atribuye esta capacidad a la concomitancia de factores biológicos como el temperamento, y las características internas del niño: inteligencia, locus de control…también el ambiente en el núcleo familiar relacionado con el número y calidad de los apoyos en el proceso de crianza.

Los primeros estudios en el ámbito de la resiliencia fueron llevados a cabo con pacientes con diagnóstico de esquizofrenia, personas expuestas al estrés y pobreza extremas y sujetos que vivenciaron acontecimientos traumáticos en edades tempranas, (Cicchettti, 2003). Otro estudio pionero fue el operativizado por Werner, (Werner, 1989; Werner y Smith, 1982,1992, 2001). El estudio se realizó en una isla de Hawai llamada Kiuai. Todos los niños participantes en el estudio habían atravesado algún tipo de situación extrema. Los resultados del estudio mostraron como un tercio de esos niños, en edad adulta, tenían un comportamiento totalmente adaptativo y salubre; habían formado familias con un adecuado funcionamiento psicosocial, mostraban resistencia temperamental, inteligencia y rasgos de personalidad placentera.

Los elementos originadores del interés por el estudio de la resiliencia en psicología y psiquiatría son, por tanto, el conocimiento de la etiología y posterior desarrollo de la patología en los niños vinculada a los antecedentes psicopatológicos de sus progenitores y/o familiares de consanguinidad próxima, adversidades contextuales como la pobreza, los conflictos interpersonales, problemas perinatales, o la combinación de más de unos de estos factores de manera concomitante. Algunos de los factores adversos anteriormente comentados más estudiados, especialmente en Estados Unidos, son el divorcio de los padres y acontecimientos traumáticos como abusos, abandono o la guerra, (Garmezy y Mastern, 1994). Sirvan como ejemplo los estudios llevados a cabo por Hetherington y Stanley-Sagan, (1999), Hetherington, Bridges e Insabella, (1998), los cuales reflejan mayores índecies de enfermedades, problemas de salud mental, menor rendimiento académico y mayor presencia de consumo de sustancias estupefacientes en hijos con padres divorciados.

Definición

Análogamente a lo que sucede con otros conceptos como la inteligencia, -todo el mundo sabe a qué nos queremos referir cuando hablamos de inteligencia o de resiliencia-, no existe un consenso definitorio del elemento. Sí lo hay en asumir las partes constituyentes de la cualidad resiliencia, como son la capacidad de afrontamiento en positivo ante el riesgo o la adversidad y la diligencia en el desempeño de dicho afrontamiento. Muchos expertos coinciden en que la dificultad definitoria de resiliencia reside en la necesidad de inferirla a partir de los éxitos y fracasos acontecidos en las historias vitales de los individuos, modulados y concretados por variables situacionales. Se considera un rasgo del self que, además de dotar a la persona que lo alberga de una capacidad de afrontamiento y una elasticidad regenerativa ante los episodios de desgaste muy prominente, refleja una cualidad prácticamente paradójica, como es el hecho de que pareciera la adversidad el mejor reforzador de la propia resiliencia.

La definición más aceptada es la propuesta por Garmezy, (1991), quien define la resiliencia como “la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono o la incapacidad inicial al iniciarse un evento estresante”. Luthar, Cicchetti y Becker también aportaron una definición que ha generado notable consenso: proceso dinámico que abarca la adaptación positiva dentro del contexto de una adversidad significativa”. Estas definiciones implican que los sujetos resilientes han sido expuestos a una amenaza significativa o una adversidad elevada y que han llevado a cabo una adaptación positiva a pesar de las agresiones a las qye ha estado expuesto su proceso de desarrollo personal.

Características de la Resiliencia

Es importante señalar que el concepto resiliencia no es tanto sinónimo de invulnerabilidad sino más bien la habilidad de reponerse ante acontecimientos adversos o punitivos.

Los primeros estudios acerca de la resiliencia tenían como objetivo taxonomizar las cualidades personales de los “niños resilientes”. Los resultados de los estudios permitieron identificar, de manera estable, tres grupos de factore intervinientes en la génesis y consolidación de la personalidad resiliente: 1) atributos personales de los propios niños, 2) características personales y funcionales del núcleo familiar, y 3) características del ambiente social del niño.

Un efecto colateral de los resultados de estos estudios fue la definitiva desestimación del concepto “control del ego”, muy utilizado en los albores del proceso investigativo de la resiliencia. El control del ego consistía, según Block y Block, (1980), en “la capacidad dinámica de un individuo para modificar su nivel modal del control del ego, en una u otra dirección, como una función de las características de la demanda del ambiente”.

Otros factores de reciente incorporación al corpus constitutivo de la cualidad resiliencia son: la capacidad de ecuanimidad de la persona, -entendiendo que la aptitud de poder emitir juicios ponderados de los acontecimientos adversos adquiere una función auto reguladora de la conducta del individuo respecto a dicho acontecimiento adverso o dañino., la autoconfianza, -estrechamente relacionada con la cualidad anteriormente mencionada-, soledad existencial, .entendida como la capacidad del individuo de hacer un uso responsable y equilibrado de su soledad, convirtiéndola en un factor de homeostasis emocional y anímica-, la perseverancia y el significado, -la relevancia vital de los objetivos personales que la persona va trazando y con los que vertebra su proyecto de vida-.

Polk, (1993), realizó un estudio con el cual llegó a taxonomizar iniciáticamente las características de la resiliencia mediante 26 clusters, que posteriormente redujo a 6: atributos psicosociales, atributos físicos, roles, relaciones, características en resolución de problemas y creencias filosóficas. Los atributos sicosociales y físicos fueron interrelacionados, hizo lo propio con los conceptos roles y relaciones, generando a partir de dichos aparejamientos cuatro patrones para la resiliencia: el patrón disposicional , el patrón relacional, el patrón situacional, y por último, el patrón filosófico.

El patrón disposicional hace referencia al papel que juegan los atributos psicológicos relacionados con el ego, modulados por los atributos físicos.

El patrón psicosocial incluye la competencia personal y el sentido del self; los atributos físicos son los factores constitutivos y genéticos que permiten la eclosión de la resiliencia. Los factores físicos no se enfocan hacia cuestiones anatómicas sino que inteligencia, salud y temperamento son incluidos en el cluster “factores físicos”.

El patrón relacional hace referencia a las características de los roles y las relaciones que influencian la resiliencia. Incluyen factores extrínsecos como la valoración en la relación de atributos como la cercanía o la confianza, y factores intrínsecos como darle sentido a las experiencias, tener habilidades identificativas de modelos positivos de relación, o la proclividad voluntaria en la búsqueda de figuras en quien poder confiar. Estos factores derivan en una mayor autoconfianza y una mayor calidad de la intimidad personal.

El patrón situacional hace referencia a la forma característica en la manera de aproximarse a las situaciones o factores estresores. Se pone de relieve en la valoración cognitiva que el individuo lleva a cabo acerca del evento concreto. Las habilidades en la resolución de problemas y la auto conciencia acerca de las mismas, parecen favorecer una mejor predisposición en el afrontamiento y, por supuesto, una mayor capacidad de gestión situacional.

Resiliencia y Vulnerabilidad

Son numerosos los investigadores que afirman que resiliencia y vulnerabilidad son los polos opuestos de un mismo continuo. Ferguson, (2003) afirmó que la vulnerabilidad, al contrario que la resiliencia, ejerce de factor aumentativo en la probabilidad de producirse un desenlace negativo ante el afrontamiento de un acontecimiento traumático o adverso. La autoestima parece jugar un papel relevante a la hora de hacer vascular a un individuo hacia un polo u otro. Una baja autoestima se considera un factor de riesgo para la derivación en secuelas perjudiciales a partir de un acontecimiento adverso. Por el contrario, una elevada autoestima parece entroncar con una mayor resiliencia y, en consecuencia, juega un papel protector en el afrontamiento y metabolización de un evento punitivo.

Locos de Control y Estilo Atribucional

En psicología, el locus de control hace referencia a la atribución perceptiva que un individuo lleva a cabo respecto a la localización de los agentes causales de sus acontecimientos. También a la creencia de control que el individuo tiene sobre factores internos y externos, y las estimaciones en cuanto a la probabilidad de ocurrencia de un acontecimiento adverso a partir de dicha autopercepción.

Numerosos estudios parecen coincidir en que la resiliencia se ve fortalecida en niños con una mayor presencia de locus de control interno. De ahí parece derivarse el hecho de que los niños que atribuyen la ocurrencia de sus episodios vitales a factores internos correlacionan con una mayor autoestima, una mayor sensación de auto eficacia, seguridad en sí mismos en el afrontamiento de situaciones desafiantes, mayor capacidad a la hora de encontrar significado y sentido a las experiencias que producen malestar.

Anthony (1987), considera que entre los 3 y los 5 años se encuentra la horquilla temporal en la cual los niños cimientan el sentido de autoeficacia, esencial para apuntalar y direccionar el locus de control en y hacia factores internos.

Resiliencia, ¿Rasgo de Personalidad o Patrón Conductual?

Esta dicotomía sigue generando mucho debate dentro de la comunidad científica.

Dilucidar esa “incógnita” resulta de vital importancia, pues de la decisión que se consensue se derivarán todas las intervenciones psicológicas encaminadas tanto a su evaluación como creación de herramientas psicoterapéuticas y la articulación de programas completos de actuación con el fin de fortalecerla en aquellas personas que adolezcan la ausencia de esta cualidad de supervivencia.

Uno delos primeros en postularse ha sido Herrenkohl, (1994), quien considera que la resiliencia es un constructo interactivo entre las características biológicas del niño, su personalidad, sus influencias ambientales, sus propias experiencias y la capacidad del niño a madurar psicológicamente a partir de sus propias vivencias…

Luthar (2000), distingue entre resiliencia y ego resiliencia. Considerando que la ego resiliencia sí sería un rasgo de personalidad del sujeto, innato, que no requiere de experiencia adversa previa para eclosionar, mientras que considera a la resilienca “a secas” un proceso dinámico que evoluciona en sintonía con la ocurrencia de acontecimientos vitales dificultosos o traumáticos.

Luthar y Zelaco (2003), consideran que la resiliencia nunca debería utilizarse como un adjetivo calificativo que categorice a una persona sino como un descriptor de perfiles o trayectorias. El concepto de rasgo deja fuera factores de influencia social y ambiental que sí hace por incluir toda la teoría desarrollada acerca de la resiliencia.

 Resiliencia, ¿Concepto útil o futil)

Debido a la irrupción que el concepto resiliencia ha protagonizado en la última década, especialmente en el campo de la salud mental en general, y en áreas más específicas como el campo de las adicciones a sustancias estupefacientes, en particular, resulta pertinente cuan útil resulta el concepto resiliencia, ya que de su precisión dependerá posteriormente el éxito diagnóstico.

Un gran número de estudios longitudinales coinciden en considerar que el concepto resiliencia ha demostrado un gran poder explicativo a la hora de hacer reconocibles los procesos adaptativos exitosos de personas adultas que en su infancia tuvieron que lidiar con episodios traumáticos u otros acontecimientos adversos. Como contrapartida, encontramos que la utilidad identificativa del concepto también ha derivado en una sobreutilización del mismo, y ha llevado a pensar, en numerosas ocasiones, que el hecho de ser resilientes nos garantizaba per se una salida airosa y exitosa ante cualquier hándicap que pudiera sobrevenir en el devenir de la vida.

No obstante, definiciones como las de Garmendy (1991), “la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa que puede seguir a una retirada o incapacidad inicial después de iniciarse un evento estresante”, contribuyen al fortalecimiento del concepto, a la afinación investigativa acerca del mismo y a la puesta en marcha de estrategias psicoterapéuticas eficaces en el fortalecimiento de la misma.

A modo de cierre

La resiliencia debería seguir acrecentando su relevancia en el campo de la psicología en general, y la psicopatología en particular. Debería ser un elemento clave en la prevención y el tratamiento de determinados trastornos de personalidad o trastornos clínicos. Aprovechar su capacidad para capturar sintéticamente el complejo corpus de variables intervinientes en la génesis de los procesos adaptativos exitosos. En resumen, el término resiliencia y su utilización en el campo de la psicología, aún a riesgo de ser sobre utilizado, contribuye muy positivamente en la ubicación de las coordenadas semánticas de los procesos adaptativos con resultados favorables en situaciones adversas.

Bibliografía

Díaz, R., González, S., Ivonne, N., Montero, M. López-Fuentes, A. Resiliencia en Adultos mayores: estudio de revisión.

Bosch, O. Resiliencia.