Las somatizaciones constituyen uno de los problemas mentales con mayor prevalencia entre la población, generando elevados niveles de sufrimiento, reduciendo la calidad de vida y contribuyendo a la discapacidad funcional de las personas que lo padecen. El problema principal en las somatizaciones es la reacción extrema y los comportamientos relacionados con los síntomas.

El trastorno de somatización es muy común durante la niñez y adolescencia, y puede llegar a ser de mucha importancia ya que puede interferir con el funcionamiento de la persona, disminuir la asistencia escolar y motivar múltiples consultas en diferentes especialidades médicas que quizás sean innecesarias. Suele haber un patrón de alta utilización de los servicios sanitarios y normalmente son pacientes hiper frecuentadores. Existe una resistencia por parte de este tipo de pacientes en aceptar que su problema es emocional y no tiene que ver con enfermedades orgánicas. Los síntomas somáticos también son habituales en de niños y adolescentes, particularmente entre las niñas. Los síntomas somáticos que se presentan con mayor frecuencia ellos son dolor, cansancio, desmayos y náuseas. Concretamente, el dolor somático crónico como, por ejemplo: dolor de cabeza, dolor abdominal y musculo esquelético recurrente parece ser muy frecuente, afectando hasta a un 25% en población infantil y de los adolescentes.

En cuanto a la personalidad y adaptación social en estas personas suele haber:

  • Rasgos de personalidad de tipo histérico o dependiente
  • Situación vital insatisfactoria (problemas laborales, conyugales y/o económicos)
  • Frecuentes privaciones afectivas en la infancia (en casos extremos puede haber maltrato e incluso abusos sexuales)
  • Frecuentes enfermedades de los padres (suelen ser pacientes “sobreexpuestos” a la enfermedad)

¿Qué entendemos por somatización?

El término somatización fue acuñado a comienzos del siglo XX por el médico neurólogo y psicoanalista alemán Wilhem Steckel (1943), quien le otorgó un significado similar al del concepto de conversión de Freud, es decir, el de un mecanismo que convierte la «energía psíquica» en síntomas «psicógenos» (en el caso de la somatización, físicos); para indicar el proceso mediante el cual un trastorno psicológico puede producir síntomas somáticos. Desde el punto de vista psicológico la somatización se entiende como un mecanismo de defensa inconsciente mediante el cual una persona sin premeditarlo convierte el malestar emocional en un síntoma físico, desviando así la atención del conflicto psicológico que le genera ansiedad. El que sea inconsciente indica que la persona no produce voluntariamente el síntoma, no se da cuenta de su origen psicológico, verdaderamente lo experimenta y no busca beneficios secundarios. Una definición que con frecuencia se cita en la literatura reciente para definir el trastorno es la propuesta en Kleinman y Kleinman (1986), para quienes la somatización es «la expresión de malestar social y personal mediante un idioma de quejas somáticas que lleva a la búsqueda de ayuda médica». Parece que existe cierto estigma a las personas que padecen somatización, ya que es muy frecuente que en los medios sanitarios o incluso en opinión general se tienda a tachar a aquella persona que presenta frecuentes y diversas quejas físicas sin una clara justificación médica.

La somatización se debe a múltiples factores, y por ello, es importante mencionar, que la somatización se debe explicar también a partir de los principales factores que influyen y hacen mantener este tipo de trastornos. En la clasificación de la somatización, no sólo se deben incluir los factores individuales, sino que también debe contener los factores socioculturales, biológicos y las experiencias vitales.

El concepto de somatización tiene tres componentes importantes para tener en cuenta:

  • Componente experiencial: lo constituyen los síntomas que experimenta el individuo.
  • Cognitivo: se refiere a la interpretación que el paciente hace de sus síntomas. Generalmente, interpreta la somatización en el contexto de una enfermedad amenazante no detectada.
  • Conductual: la persona busca que le den un diagnóstico, así como un tratamiento médico de forma constante.

Coexisten dos formas de presentación de la somatización:

  • Las somatizaciones agudas: que se dan en individuos con una personalidad y un nivel previo de adaptaciones normales. Aquí se dan las somatizaciones debido a un estresor psicosocial puntual. Estos pacientes, pueden llegar a cronificarse si no se les realiza una adecuada orientación.
  • Las somatizaciones crónicas: se dan en pacientes con un nivel previo de adaptación insatisfactorio y con frecuentes problemas de personalidad, que presentan desde hace mucho tiempo; con un mínimo de 6 meses, y además tienen múltiples síntomas físicos inexplicados que les producen mucha incapacidad.

De un modo genérico, la somatización se refiere a una queja física, que ocasiona malestar en ausencia de manifestaciones clínicas que permitan descartar una causa orgánica. Según Munarriz Ferrandis, M. (1994), la somatización es: “un proceso frecuente en las consultas médicas consistente en el énfasis inapropiado en los problemas físicos con negación de los psicosociales. El paciente busca ayuda médica por síntomas orgánicos de enfermedades psiquiátricas y no manifiesta abiertamente síntomas psicológicos.

Los trastornos somatomorfos (Trastorno por somatización) han aumentado su incidencia durante las dos últimas décadas en niños y adolescentes, aunque son habitualmente subdiagnosticados debido a su complejidad diagnóstica y a su general desconocimiento.

Trastorno de somatización

El trastorno por somatización se inicia antes de los 30 años y es más frecuente en mujeres. Se presenta cuando la persona siente ansiedad extremada debido a síntomas físicos. La persona tiene emociones, sensaciones y comportamientos muy intensos relacionados con los síntomas que padece que nota que no puede hacer algunas actividades cotidianas. Esa ansiedad que presenta, lo más probable es que no disminuya a pesar de que los resultados de los exámenes médicos sean favorables. El síntoma principal del trastorno de somatización es la forma en que el individuo se siente y como se comporta ante esas sensaciones físicas. Los pacientes con este tipo de trastorno tienden a experimentar pensamientos, sentimientos o conductas excesivas en relación con sus síntomas, realizando evaluaciones erróneas e interpretaciones catastrofistas sobre los mismos. En los casos más graves, los problemas de salud pueden convertirse en el centro de la vida de la persona dominando incluso sus relaciones interpersonales.

Existe una elevada comorbilidad entre este tipo de trastornos y trastornos de ansiedad, depresión mayor, así como una frecuente asociación con trastornos de personalidad. Factores de riesgo: mayor sensibilidad al estrés, vulnerabilidad biológica, trastornos mentales en la familia, sobreprotección parental y limitada mentalización de los síntomas físicos (alexitimia: dificultad de poner palabras a lo que sentimos) entre los más destacados. Hasta el 50% de los niños y adolescentes con trastorno de síntomas somáticos presentan comorbilidad psiquiátrica con ansiedad o depresión. Como consecuencia, los niños y adolescentes afectados por estas patologías manifiestan alteraciones en su funcionamiento: tienen un peor rendimiento escolar, mayor ausentismo escolar y una mayor frecuencia de conflicto en las relaciones interpersonales.

Los jóvenes con síntomas somáticos parecen tener una percepción aumentada de la posibilidad de enfermar y a expresar creencias acerca de que el dolor es inevitable e incontrolable. Además, las características personales de preocupación pesimista, miedo a la incertidumbre y la hipersensibilidad al cambio ambiental o la adversidad, se han asociado consistentemente con una vulnerabilidad para desarrollar ansiedad, depresión y trastornos somáticos.

Los trastornos de somatización se caracterizan por englobar síntomas físicos para los cuales no se encuentra ninguna explicación médica que los justifique, pero son suficientemente graves como para causar alteraciones laboral o social. Hay que tener en cuenta que los factores psicológicos presentan una gran importancia en el inicio, gravedad y duración de los síntomas y que no son producidos intencionalmente. Diversos estudios han demostrado la relación entre trastorno por somatización y la existencia de dificultades en estos pacientes en regular las emociones, sesgos en el procesamiento de la información, auto concepto y cuidado hacia uno mismo. Consta evidencia científica creciente de que la conducta y salud mental de los padres y cuidadores y los familiares más cercanos juegan un rol transcendental en la etiopatogenia de somatización y trastornos somatomorfos. Otros estudios han ligado síntomas específicos de trauma a patrones específicos de sintomatología somática. Como, por ejemplo, los sobrevivientes de abusos sexuales suelen informar de tasas más elevadas de síntomas ginecológicos obstétricos o gastrointestinales inexplicables. En otros casos críticos como los de refugiados que han presenciado atrocidades bélicas presentan tasas altas de ceguera psicogénica.

La población infantojuvenil con trastorno por somatización presenta temperamentos de tipo introvertido y con mayores niveles ansioso-depresivos que los grupos no clínicos. Se verifica una cantidad significativamente mayor de eventos vitales estresantes en estas edades que pueden ser las siguientes: bullying escolar, fracasos académicos, castigos por profesores, conflictos con pares y rivalidad entre hermanos, que en niños sanos. Su temperamento se caracteriza por una menor emocionalidad y un umbral reactivo más bajo ante estímulos externos.

Intervenciones psicológicas

El curso es a menudo crónico. El paciente a duras penas estará sin síntomas; por ello, los objetivos estarán dirigidos a me­jorar su calidad de vida, mantener una buena relación te­rapéutica con el paciente y ayudarle a mejorar su funcio­namiento psicosocial.

En el centro de psicología de Canvis en Barcelona, podemos ayudarte ofreciendo una terapia psicodinámica para mejorar y reducir el dolor, la angustia, depresión y cogniciones catastrofistas que pueden surgir en personas con trastorno por somatización.