Introducción

Cuando pensamos en adicciones, nuestro primer pensamiento acostumbra a conectarse, automáticamente, con el consumo de sustancias estupefacientes. Sin embargo, cuando se escarba un poco en las intrahistorias personales y familiares, resulta razonablemente fácil descubrir que los patrones comportamentales instalados en el imaginario colectivo respecto a qué solemos considerar una conducta compatible con la adicción a una sustancia, se manifiestan en un conjunto extenso y heterogéneo de actividades cotidianas. Algunas relacionadas con el ocio social. Otras, no.

Además de las mencionadas adicciones psicoactivas o psicodepresoras vinculadas al consumo continuado de sustancias estupefacientes, podemos identificar otras muchas actividades en las cuales aparecen patrones de comportamiento que, tras manifestarse durante un periodo prolongado en la historia vital de la persona, terminan por secuestrar su voluntad, idénticamente a cómo le sucede a una persona adicta a la heroína o a la cocaína, por poner dos de las sustancias más conocidas como ejemplo.

La adicción al trabajo, la adicción al juego, la adicción al sexo, la adicción a las compras compulsivas, adicción al teléfono móvil, adicción a los videojuegos…son algunos de los ejemplos más representativos de esas otras adicciones, tan incapacitantes y lesivas como la adicción a las sustancias, pero considerablemente menos conocidas, y sobre todo, menos tenidas en cuenta a la hora de pensar y difundir campañas de concienciación social.

Idénticamente a la diferencia de recursos dedicados a la concienciación y tratamiento entre las distintas adicciones, también existen, en cada una de las problemáticas adictivas, actores invisibilizados que conviven con esta realidad, que asumen una carga de responsabilidad crucial para el éxito en el proceso de rehabilitación de las personas con adicción, y que acostumbran a quedar fuera del encuadre mediático. Hablamos de madres, padres, parejas de personas adictas. También de abuelos/as o hermanos/as.

Cómo viven estos compañeros de viaje el proceso de rehabilitación de un ser allegado y qué recursos podemos (y debemos) proporcionarles para permitirles gestionar las dificultades propias de un trayecto tan complejo y delicado será el objetivo de este artículo.

Dificultades Comunicativas con un Adicto

Una de las dificultades más habituales que se dan en el núcleo familiar cuando uno de los miembros de la familia sufre una adicción es la comunicación.

En primer lugar, el adicto levanta una barrera psicológica para desconectar de cualquier sensación, emoción, sentimiento o pensamiento displacentero y/o angustioso, especialmente cuando la persona adicta se encuentra en la denominada Fase Pre-Contemplativa.

En ese estadio del curso adictivo resulta verdaderamente difícil poder establecer un diálogo entre familiar/es y persona afectada. Esta tesitura acostumbra a ser, por un lado, generadora de conflictividad convivencial, -acrecentándose la dificultad para poder establecer un diálogo constructivo-, y por otro, genera en el familiar, -especialmente en madres y padres-, una marcada angustia, sensación de impotencia y desconcierto, y un discurso interno de autoinculpación respecto a la situación de ese hijo o hija. Son muy habituales en terapia las creencias de co-responsabilidad de los padres ligado a un concepto de responsabilidad muy entroncado o solapado al de la culpa, generándose discursos auto punitivos que es muy necesario trabajar con esos padres y madres para desmantelarlos, de lo contrario, esas personas allegadas no podrán ejercer de figuras reparadoras con garantía, de manera saludable y efectiva durante el proceso de rehabilitación.

Cuando el adicto se encuentra en Fase Contemplativa, resulta algo más fácil poder establecer diálogo con la persona, o en su defecto, conseguir que la persona adicta se muestre menos reactiva y más receptiva a escuchar y meditar acerca de aquellas ofertas de ayuda o consejos respecto a la necesidad de solicitar la misma que puedan venir por boca de esa madre o ese padre, (o hermano o pareja).

La siguiente fase del proceso transicional que va desde la adicción a la rehabilitación se denomina Fase de Preparación. Aquí la persona admite sin reservas que quiere dejar la sustancia y admite los escollos con los que se encuentra y que provocan que dichos intentos fracasen. En este punto del proceso el familiar juega un papel primordial. Es habitual que se establezca una cooperación entre adicto y familia en la búsqueda de información de centros de rehabilitación.

Lo que viene a continuación es un extracto de testimonio ficticio pero inspirado en un caso real. Se trata de una madre con un hijo adicto que narra su vivencia a través de una simulación de entrevista.

  • ¿Cómo definirías el día a día de una madre con un hijo/ adicto?

Es difícil definirlo con una sola palabra…estás intranquila permanentemente. Tienes pensamientos pesimistas, de que algo puede pasar en cualquier momento. Vivo preocupada todo el tiempo, con ansiedad.

  • ¿Qué sentiste y qué pensaste cuando descubriste que tu hijo sufría una adicción?

Fue un shock. No supimos darnos cuenta y eso me pasó mucha factura. Luego supimos que llevaba mucho tiempo consumiendo. Se costeaba el consumo vendiendo cobre de la empresa jusnto con otro compañero. Hasta que la empresa cerró. Ahí fue cuando su ex mujer empezó a darse cuenta de que algo pasaba. Pero no nos dijo nada. Sí habló con mis otros dos hijos, sus hermanos. Y le ayudaron. Ingresó en un centro de desintoxicación. Todo esto sin que supiéramos nada nosotros.

  • ¿Cómo fue el proceso?

Iba todas las tardes de lunes a viernes y el sábado pasaba todo el día allí. No fue muy bien. Tuvo una recaída y al ser pillado por su entonces pareja, mi hijo sufrió un desmayo. Lo llevaron al hospital. Yo pensé que mi hijo había sufrido un infarto. Fui al hospital y al llegar y hablar con los médicos fue cuando descubrí lo que realmente estaba pasando. Mi marido no vino porque estaba trabajando, con lo cual, tenía que decírselo cuando llegara a casa.

Fue un drama, la verdad. Pero teníamos que ayudar a nuestro hijo. Él dijo que quería salir de esto, ingresar en un centro, y buscamos uno. Fue muy duro. Los primeros tres meses no podía salir del centro. Nosotros le visitábamos los sábados por la mañana. Después de asistir al grupo de terapia para familiares podíamos pasar un rato con él, siempre dentro del centro. A partir del cuarto mes ya podía salir acompañado, siempre que se lo hubiera planificado. Nos íbamos a comer y por la tarde lo llevábamos de vuelta al centro terapéutico. En total fueron nueve meses que estuvo allí. Después se trasladó a un piso terapéutico, situado en Barcelona. Allí estuvo cerca de un año. Cuando pasó a ese piso ya pudo empezar a buscar trabajo

  • ¿Culminó con éxito su proceso terapéutico?

Si y no. La terapia le fue muy bien. Dio un cambio espectacular. Enseguida encontró trabajo…todo iba bien pero a los tres años tuvo una recaída…y así llevamos diez años, de proceso en proceso…es muy duro.

  • ¿Cómo afrontasteis la noticia de la recaída?

Supuso un golpe muy duro. Después de haberle vito tan bien…Nos llamó mi otro hijo, su hermano y mi hijo mayor, y nos pidió que estuviéramos preparados. Ya con decirme eso se me vino todo encima porque ya sabía de qué se trataba. Tanto sus hermanos como yo y su padre pusimos la misma condición: volver a tratarse y controlarle el dinero. Él aceptó. Pero fue un muy mal trago, terminé en tratamiento psicológico por ansiedad y depresión, y su padre también. Tuvo un infarto por culpa de los nervios.

Y así vivimos el día a día…pensando qué pasará. Con el corazón en un puño. Son de esas cosas que siempre temes que te puedan tocar, lo ves por la tele pero piensas que no te van a tocar nunca realmente…

Existen miles de testimonios similares al de esta madre. Decíamos al principoio del artículo que los familiares son una pieza fundamental en el proceso reparador de una adicción. Pero también son piezas de un material resistente y frágil a partes iguales. Ellos reciben el golpe de la realidad adictiva en primera línea y conviven con el drama de la persona adicta prácticamente las 24 horas del día. Es por este motivo que se debe ofrecer al familiar un recurso terapéutico de calidad.

La Terapia Familiar en la Adicción

Cuando un familiar se involucra de manera activa en un proceso de rehabilitación, pone todas sus potencialidades al servicio de la persona en tratamiento. Son familias que entienden al paciente y sus circunstancias como parte constitutiva de sí mismas, y como tal asumen la responsabilidad de la situación que les toca vivir. (Goti, 2000).

Una de los abordajes terapéuticos que está obteniendo buenos resultados es la Terapia Familiar Sistémica. La Terapia Sistémica entiende que todos los elementos relacionales que se dan en un contexto familiar tienen una razón lógica de permanencia, tanto los patrones funcionales como los patrones disfuncionales. Es decir, que las actitudes disfuncionales también son coherentes con la lógica funcional global dentro de ese contexto.

La Terapia Sistémica intenta hacer comprensible para cada miembro de una determinada familia todas las implicaciones que acompañan a cada uno de los roles que desempeña cada miembro de la misma. Y una vez dilucidados y comprendidos por todos. Es un modelo terapéutico en el cual los propios familiares asumen un protagonismo destacado, especialmente cuando el terapeuta ha podido constatar que todos los participantes han demostrado un buen insight acerca de sus roles.

Desde este modelo, la intervención va dirigida a establecer un andamiaje funcional en el cual se establezcan unos roles y unos límites claros sin llegar a ser rígidos, especialmente en los progenitores. Es muy habitual en terapia para las adicciones constatar que uno de los dos progenitores está sobre implicado y el otro asume responsabilidades más periféricas. (Sierra y Fernández, 2009).

Otro modelo terapéutico que ofrece garantía de éxito en el ámbito de las adicciones, y concretamente en el ámbito familiar, es la Terapia Cognitivo Conductual de Ellis.

Es un modelo terapéutico algo más directivo que la Terapia Sistémica. Es decir, el terapeuta asume un papel de experto más inequívoco que transmite sus conocimientos sobre la materia a las personas que participan de la terapia. Es un abordaje terapéutico que, en el ámbito de las adicciones, funciona especialmente bien. Como contrapartida, es un modelo bastante exigente que requiere de un compromiso sin fisuras para que su operativización dé resultados satisfactorios.

Desde la perspectiva de la figura del familiar es un modelo que ofrece explicaciones claras y estrategias de afrontamiento concretas.

Tiene la ventaja de que puedes trabajar con muchas familias al unísono en una sola sesión. Y el inconveniente de no poder personalizar tan en detalle como lo puedes hacer en la Terapia Sistémica.

Un aspecto poderoso de la terapia Cognitivo Conductual en el ámbito de las adicciones consiste en las sinergias que es capaz de generar entre los propios familiares que participan en el grupo de terapia. El compartir experiencias, sentir que no son las únicas personas que están atravesando una situación tan delicada, poder compartir testimonios con familiares de personas que están en una fase más avanzada del tratamiento les permite poder constatar que realmente, con esfuerzo, las personas pueden salir adelante, aporta un refuerzo esperanzador muy potente y muy positivo.

Otro aspecto fundamental del éxito de esta terapia en el contexto específico de las adicciones radica en la identidad de grupo que aporta. Realmente es una virtud colateral que no puede atribuirse de manera específica al enfoque terapéutico en sí, pero es un elemento estable en aparición, es decir, siempre se da. Hablamos de los valores que afloran en el grupo terapéutico, modulados por la adversidad y la necesidad de ayuda mutua. La solidaridad es un valor que eclosiona con puntualidad en este contexto terapéutico. Eclosiona y se contagia con rapidez. Tanto a nivel intragrupal, entre familias, como de cada uno de los familiares participantes hacia todos y cada una de las personas que reciben el tratamiento. Y esta solidaridad de la que son receptores los usuarios que padecen la adicción, tiene unos efectos reparadores y de desestigmatización muy poderosos y muy beneficiosos, que, además, generan reciprocidad, convirtiéndose en un elemento motivacional de acompañamiento durante el duro itinerario terapéutico y en una brújula que orienta los propósitos vitales de todos los participantes durante la terapia y una vez finalizada la misma.

Bibliografía:

Ruiz Fernández, Mª., Diaz García, M., Villalobos Crespo, A.:Manual de Técnicas de Intervención Cognitivo Conductuales. Uned.

Fiorella, M: La Famiia del Adicto en Rehabilitación.