Las emociones son indispensables en nuestra vida, nos acompañan diariamente, están presentes en nuestras interacciones con los demás y nos permiten relacionarnos y adaptarnos al mundo que nos rodea. Sin embargo, no es sencillo expresarlas adecuadamente y ni aprender a manejarlas.

¿Qué son las emociones?

Las emociones nos permiten responder a lo que nos sucede y tomar decisiones, las asociamos a los sucesos importantes facilitándonos su recuerdo y están presentes en las relaciones con los demás. Sin embargo, pueden ser dañinas cuando suceden con una intensidad inapropiada o cuando no sabemos identificarlas o expresarlas correctamente.

Según Mora y Sanguinetti (2004), la emoción se define como una reacción conductual y subjetiva producida por una información proveniente del mundo externo o interno (memoria) del individuo. La reacción emocional es un mecanismo automático, inconsciente y temporal, con la intención de que se realice en el menor tiempo posible y asegure la supervivencia.

Además, las emociones se acompañan de fenómenos vegetativos, es decir, se activa el sistema nervioso autónomo o vegetativo y, dependiendo de si se trata de dolor o placer, se activará la subdivisión llamada sistema simpático o sistema parasimpático. La función de estos fenómenos vegetativos es la activación de los órganos y sistemas de nuestro cuerpo para adaptarse a la situación (aumento del flujo sanguíneo, el tono muscular, el ritmo cardíaco…).

Cuando las emociones se hacen conscientes y realizamos evaluaciones, interpretaciones y atribuciones sobre ellas, pasan a llamarse sentimientos.

¿Para qué sirven las emociones?

Reeve (1994), considera que las emociones tienen tres funciones principales:

  • Función adaptativa: consiste en ajustar el organismo a las nuevas exigencias del entorno o prepararlo para la acción.
  • Función social: facilita la comunicación y la anticipación de la conducta de los demás, permitiéndonos la capacidad de influenciarles.
  • Función motivacional: hace referencia a la capacidad de potenciar y dirigir la conducta, con una dirección e intensidad determinada.

Desde un punto de vista más general, otras de las funciones de las emociones son:

  • Reflejar nuestro mundo interno, conociéndonos mejor y pudiendo satisfacer nuestras necesidades.
  • Dirigir gran parte de nuestras conductas, defendiéndonos de estímulos nocivos o aproximándonos a estímulos placenteros.
  • Mostrar cómo evaluamos y juzgamos las situaciones que se nos presentan.
  • Hacernos conscientes de nuestros pensamientos y comportamientos y ayudándonos a cambiarlos.
  • Favorecer una mejor adaptación a las condiciones ambientales, posibilitándonos actuar adecuadamente.
  • Almacenar y evocar memorias de una manera más efectiva.
  • Permitir que nos relacionemos mejor, facilitando una mayor intimidad, las personas pueden conocernos y entendernos con mayor facilidad, llegando a regular la conducta de los demás, ya que les muestra que actitud tomar frente a nosotros en ciertos momentos.

Tipos de emociones

Existen dos tipos de clasificaciones en las cuales se agrupan las diferentes emociones:

  • Clasificación dimensional: considera que cada emoción puede ser ubicada en un punto a lo largo de una o más dimensiones. Tras un análisis factorial, Osgood, Suci y Tannenbaum (1957) determinaron que estas dimensiones están definidas por tres ejes: el eje de la valencia afectiva (agradable-desagradable), el eje de la activación (calma-excitación) y el eje de control (controlador-controlado).
  • Clasificación categorial: asume que las emociones son fenómenos independientes, con unas características específicas que permiten distinguir-las entre ellas. Dentro de este enfoque se distinguen dos tipos:
    • Emociones primarias: se consideran entidades primitivas y universales, surgen en los primeros momentos de la vida, cumpliendo funciones adaptativas vinculadas a la supervivencia. Se caracterizan en que pueden diferenciarse entre sí a través de las expresiones faciales, presentan un patrón fisiológico distintivo, existen eventos antecedentes universales que funcionan como estímulos para que se produzcan, son de inicio rápido, espontáneo y de corta duración. Ekman (1992) distingue seis emociones básicas: ira, tristeza, alegría, miedo, sorpresa y asco.
    • Emociones secundarias: derivadas de la combinación de las emociones básicas o primarias. Se originan a través de los procesos de desarrollo y socialización del niño, siendo necesaria la aparición de la identidad personal y la internalización de ciertas normas sociales. Este tipo de emociones se ven influenciadas por el entorno y la cultura, no presentan rasgos faciales característicos ni una tendencia particular a la acción, pudiendo pasar más fácilmente desapercibidas o ser disimuladas. Por ejemplo, la vergüenza, los celos, la culpa, el orgullo, etc.

El desarrollo emocional

Durante los primeros meses de vida el bebé observa las reacciones emocionales que los cuidadores tienen ante las situaciones externas que suceden y realizan asociaciones. A los seis meses el niño puede responder a las muestras de afecto con emociones positivas y a las situaciones peligrosas con emociones negativas. Pese a esto, sus competencias emocionales son aún muy reducidas y su reactividad emocional está estrechamente relacionada con su temperamento, de manera que no presentan un autocontrol emocional interno, siendo los cuidadores quien lo gestionan.

Previamente a la adquisición del lenguaje, el pequeño ya realiza intentos de comunicación de sus necesidades y deseos con los demás, mediante el llanto y la sonrisa. Según Piaget (1984), alrededor de los dos años, aparece el juego simbólico, se empiezan a representar los estados emocionales propios y ajenos mediante el lenguaje. Se trata de una actividad en la que el niño pasa continuamente de lo real a lo imaginario, desarrollando la capacidad de imitar situaciones de la vida real y ponerse en la piel de los demás, siendo un paso previo a la empatía.

Posteriormente, alrededor de los 3 o 4 años, el niño adquiere un lenguaje más avanzado y será capaz de comprender la realidad, comunicar experiencias y expresar sentimientos, desarrollando la conciencia emocional. Este concepto se caracteriza en ser consciente de lo que uno siente y por qué lo siente.

De los 6 a 8 años la familia sigue siendo un factor muy importante para el niño, así como los amigos. Se forman los primeros grupos de amistades, pero estas relaciones son frágiles. En esta edad se conocen las normas y se intentan seguir, apareciendo la culpabilidad si se hace algo mal.

Entre los 8 y 10 años las emociones se vuelven más equilibradas, se forma una imagen de sí mismo y puede empezar a compararse con los demás. Aparece la conciencia moral, distinguiendo entre el bien y el mal y se comprende los conceptos abstractos como mentira-verdad.

Seguidamente, de los 10 a los 12 años la amistad se entiende como algo recíproco y bidireccional, en la que se busca compartir gustos e intereses y se valora la fidelidad, la confianza y la colaboración, hay más solidez en las relaciones.

Según Erikson, a partir de los 12 años, se inicia la adolescencia, donde se produce la consolidación del desarrollo emocional de la persona. Durante esta etapa, se realizan razonamientos cognitivos a través de la lógica hipotético-deductiva, comparan su expresión emocional en experiencias anteriores para obtener la información suficiente para interpretar correctamente una situación nueva que se presente. Otra característica de esta etapa es el egocentrismo psicológico, pese a que se agudiza la capacidad empática de los sujetos, se centran en la imagen personal que transmiten a los demás y la valoración que hacen sobre ésta.  Así pues, es importante trabajar y mantener un autoconcepto positivo. Por otra parte, esta etapa está marcada por una gran variabilidad en la intensidad y cualidad de las expresiones emocionales, así como poca flexibilidad en la autorregulación emocional y una marcada inestabilidad emocional, pudiendo transcurrir de un estado anímico a otro opuesto en un tiempo muy breve. Todo esto, es debido a nivel neuroanatómico el cerebro adolescente no está totalmente desarrollado, en concreto, la corteza prefontal encargada de la toma de decisiones y de asegurar un comportamiento maduro.

Un factor fundamental en el desarrollo emocional del niño es el vínculo afectivo establecido con la figura de apego. El niño necesita percibir seguridad, afecto, confianza, cuidado y protección por parte de sus padres, produciéndose un apego seguro y evitando la formación de un apego de rechazo y evitación hacia sus cuidadores. Si esta vinculación negativa se produce, será un factor de riesgo para la aparición de alteraciones emocionales en la vida adulta o psicopatologías.

Importancia de la educación emocional

Es necesario tomar conciencia de las propias emociones y las de los demás y tener la capacidad para regularlas. Para que la autorregulación emocional se produzca, debe existir un equilibrio entre la impulsividad y la represión de las emociones. Es imprescindible tener conciencia de esto para afrontar los retos que plantea la vida. Por todo ello, es muy importante recibir una correcta educación emocional desde la infancia para adquirir ciertas competencias que prevengan problemas en la vida adulta.

Bisquerra (2000), define la educación emocional como un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral de la persona. Es importante que se promueva el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con el objetivo de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se planten en la vida cotidiana y aumentar el bienestar personal y social.

A grandes rasgos, la educación emocional busca lograr los siguientes objetivos:

  1. Presentar un mejor conocimiento de las propias emociones.
  2. Ser capaces de identificar las emociones de los demás.
  3. Desarrollar la habilidad de regular las propias emociones.
  4. Prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas intensas.
  5. Adquirir la habilidad para generar emociones positivas.
  6. Obtener las habilidades que faciliten relacionarse emocionalmente de manera positiva con los demás.

Características de las competencias emocionales

Como se ha mencionado previamente, la educación emocional promueve la adquisición de las competencias emocionales. Éstas se caracterizan por ser un conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma adecuada los fenómenos emocionales. Pueden distinguirse las siguientes competencias:

  • Conciencia emocional: ser consciente de las emociones propias y las de los demás, así como del clima emocional de una situación. Es importante identificar los sentimientos y emociones, etiquetándolos mediante el vocabulario emocional disponible en la cultura a la que pertenecemos.
  • Regulación emocional: presentar un manejo apropiado de las emociones, tomando conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento. Exhibir una adecuada expresión de las emociones, así como un autocontrol de la impulsividad y una tolerancia a la frustración para prevenir estados emocionales negativos. Además, supone tener buenas estrategias de afrontamiento, de manera que se mejore la intensidad y duración de tales estados negativos. Por último, incluye la capacidad para experimentar de forma voluntaria y consciente emociones positivas, auto-gestionando el propio bienestar subjetivo.
  • Autonomía personal: ésta incluye un conjunto de características relacionadas con la autogestión personal, entre las que se encuentran la autoestima, actitud positiva ante la vida, responsabilidad, capacidad para analizar críticamente las normas sociales, la capacidad para buscar ayuda y recursos, así como la autoeficacia emocional (el individuo se siente como se quiere sentir).
  • Inteligencia interpersonal: es la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas. Esto conlleva dominar las habilidades sociales, tener respeto por los demás, llevar a cabo una comunicación efectiva (tanto receptiva como expresiva), compartir emociones sinceras, ser asertivo y presentar actitudes pro-sociales y de cooperación.
  • Habilidades de vida y bienestar: consiste en adoptar comportamientos apropiados y responsables de solución de problemas personales, familiares, profesionales y sociales, de cara a potenciar el bienestar personal y social. Todo ello, identificando en primer lugar el problema, fijando objetivos adaptativos y aportando soluciones positivas ante los conflictos.

Obstáculos para expresar las emociones

Muchas personas ante ciertas situaciones no son capaces de expresar lo que sienten, algunos de los impedimentos o motivos que pueden ser la causa son los siguientes:

  • Problemas para identificar lo que sentimos: no se puede expresar adecuadamente una emoción si no se identifica previamente.
  • Miedo a la reacción de los demás: uno de los mayores miedos que se genera ante la expresión de las emociones es el miedo al rechazo. Este miedo es característico en personas con baja autoestima y un autoconcepto negativo, las cuales piensan que no serán aceptadas por los demás.
  • Perfeccionismo: muchas personas sienten que deben ser perfectas y no se permiten sentir ciertas emociones como ira, celos, vergüenza, ansiedad, etc. porque las consideran inaceptables y les alejan de ese prototipo. Piensan que deben poseer un autocontrol emocional en todo momento y mantener una serenidad, temiendo mostrarse vulnerables. Todo esto, puede generar a ojos de los demás una apariencia de ser distantes y fríos sin que puedan intimar con nosotros y conocernos.
  • Falta de aceptación y traumas: en ocasiones puede ocurrir que no se acepte una situación desagradable que se está viviendo como, por ejemplo, una situación de humillación, en la que la persona pretende hacer ver que no le afecta y niega la realidad bloqueando sus emociones. Por otra parte, en determinadas situaciones traumáticas, puede ocurrir que no sepas como actuar y sientas una paralización tanto física como emocional.
  • Creer que los otros deberían saberlo: usualmente, el hecho de tener una relación de estrecha confianza con algunas personas, como nuestros seres queridos, nos hace tener la falsa creencia de que éstos deben saber lo que sentimos sin decirlo. Este comportamiento puede hacernos pensar que no les importamos y generar un resentimiento en nosotros mismos.
  • Dependencia emocional: consiste en una tendencia a expresar las emociones que creemos que la otra persona desea ver, tratando ser lo que la otra persona quiere de nosotros. Se caracteriza por una gran necesidad de complacencia hacia los demás, evitando la expresión de sentimientos negativos que puedan generar un conflicto o desagradar a la otra persona.

¿Cómo expresar las emociones?

Muchas personas no saben de qué manera expresar sus emociones y tienden a pensar que solo hay dos opciones: expresarlas totalmente o reprimirlas. No obstante, existen varias opciones que varían tanto en el modo de expresarlas (verbalmente o conductas) como en la intensidad. A continuación, se propone una estrategia para llevar a cabo una correcta expresión emocional en 6 pasos:

  1. Identificar lo que sentimos: poner nombre a la emoción que estamos experimentando.
  2. Determinar la causa: preguntarnos por el origen o motivo: ¿por qué me siento así?
  3. Analizar nuestros pensamientos: los pensamientos influyen en las emociones y debemos intentar descubrir si lo que pensamos es cierto o nos estamos equivocando, ya que ciertos pensamientos erróneos pueden hacer que sintamos emociones negativas como la ira.
  4. Escoger el mejor modo de expresar los sentimientos: existen muchos modos de expresar lo que sentimos, mediante palabras, conductas o incluso mediante el arte (dibujando). Debemos analizar cuál de ellas nos aporta mayor comodidad y cuáles serán las consecuencias de expresarlo de ese modo.
  5. Establecer el objetivo: preguntarnos qué pretendemos conseguir al expresar una emoción, por ejemplo, sentirnos mejor, aclarar nuestros sentimientos, resolver un problema, etc.
  6. Regular la intensidad emocional: expresar las emociones con una intensidad inapropiada puede ser el origen de una situación problemática, por eso es importante tener un buen autocontrol. Por ejemplo, no es lo mismo expresar enfado gritando o hablando en un tono severo pero calmado.

 

En el Centro de Psicología Canvis de Barcelona, se realizan talleres para facilitar la identificación de nuestras emociones y promover una adecuada expresión de éstas, como el taller de inteligencia emocional y el taller de gestión emocional ayudándote a tener un mayor bienestar personal.

Así mismo, también se realiza terapia individualizada para proporcionarte el apoyo y acompañamiento que necesites, aportándote estrategias de escucha, comprensión, expresión y regulación emocional, así como ayudándote a reconocer aquellos mecanismos insanos relacionados con las emociones y que pueden ser el origen del malestar.