Durante la crisis generada por el coronavirus y con el inicio de la desescalada todos hemos oído hablar del “síndrome de la cabaña” para explicar el miedo que han experimentado algunas personas a tener que salir de casa para hacer vida “normal” una vez iniciado el desconfinamiento: ir al trabajo, en transporte público, estar en sitios con mucha gente e interactuar con otras personas.

En este artículo trataremos de conocer mejor este síndrome, en qué consiste, a quién afecta, cómo se puede superar y qué relación tiene con la agorafobia.

Qué es el síndrome de la cabaña

La pandemia del coronavirus ha obligado a un porcentaje muy elevado de la población a realizar un confinamiento muy estricto para poder controlar a nivel social el contagio por COVID-19. Tras meses encerrados en casa con la idea de que era el lugar más seguro para evitar contagios, muchas personas han experimentado miedo, preocupación y ansiedad e inapetencia, cuando ha llegado el momento de realizar el desconfinamiento.

El “síndrome de la cabaña” es el término que se ha usado a nivel popular para referirse a este conjunto de reacciones. Pero en realidad, técnicamente, no se trata de un síndrome descrito en la literatura científica y no aparece en los manuales diagnósticos de psicología o psiquiatría.

El miedo es una emoción primaria que tiene una función de aviso ante el peligro y garantiza nuestra supervivencia. Es una reacción automática y difícil de controlar. Y teniendo en cuenta que durante meses hemos asociado nuestro hogar con el lugar más seguro para protegernos del contagio, es normal que cuando ha llegado la hora de volver a salir a la calle o a permanecer en algunos lugares donde hay mucha gente o lugares cerrados, para algunas personas esta situación se ha convertido en algo que genera miedo y preocupación, y más, teniendo en cuenta que la amenaza que nos ha mantenido encerrados en casa todavía sigue presente mientras no tengamos un control sobre la enfermedad.

Esta reacción que en cierta manera puede resultar adaptativa y nos protege o nos ayuda a tomar conciencia de un peligro que todavía está presente actualmente, empieza a considerarse un problema cuando la intensidad de los síntomas es muy elevada e interfiere de forma significativa en la vida de la persona, impidiendo realizar sus actividades diarias. En este caso, podría ser conveniente buscar apoyo en profesionales de la psicología o la psiquiatría.

El término “síndrome de la cabaña” tiene un origen incierto, pero se empezó a utilizar el concepto de “fiebre de la cabaña” a principios del S.XX, en Estados Unidos, para describir un estado mental que aparecía en algunas personas debido al aislamiento que vivían tras largos y duros inviernos en el norte de Estados Unidos y Canadá.

En los años 80’ se realizó un estudio en la Universidad de Minnesota en el que se analizó el comportamiento de personas que tenían que recluirse en sus casas largos periodos debido a condiciones climáticas adversas y se observó que a pesar de que no se dio una respuesta uniforme en todas ellas, las respuestas más comunes eran: ira, insatisfacción, inquietud, desesperanza, problemas de concentración, aburrimiento, insomnio o somnolencia, claustrofobia y trastornos afectivos. Estas reacciones pueden observarse también en personas recluidas en la cárcel o astronautas.

En otros estudios se observa que, por encima de aproximadamente dos meses de aislamiento, la capacidad de adaptación provoca un fenómeno opuesto y algunas personas pueden tener dificultades para salir de casa y volver a sus rutinas habituales.

Características del síndrome 

A pesar de que, como hemos dicho anteriormente, el “síndrome de la cabaña” no es una entidad clínica reconocida como tal y no aparece en los manuales diagnósticos, por lo que no existen unos síntomas consensuados por los profesionales de la salud, podemos considerar una serie de dificultades que se asocian al llamado “síndrome de la cabaña” y que pueden variar en cada persona:

  • sensaciones de ansiedad, nerviosismo que pueden llegar a provocar sensaciones corporales desagradables como taquicardia, sudoración, sensación de ahogo y en casos graves ataques de pánico.
  • miedos y preocupaciones recurrentes relacionados con la vuelta a la normalidad en espacios con mucha gente como puede ser el lugar de trabajo, transporte público, el súper, los bares, hospitales, etc.
  • problemas de concentración y memoria
  • apatía, falta de motivación sobre todo en relación a las actividades que conllevan contacto con el exterior o con otras personas. Síntomas depresivos.
  • rituales que pueden llegar a ser patológicos: como el lavado de manos y la desinfección constante y compulsiva o la evitación excesiva del contacto por miedo al contagio.
  • trastornos del sueño: insomnio asociado a preocupaciones relacionadas con la situación actual de crisis generada por el coronavirus. Sensación de letargia, cansancio o mayor frecuencia de siestas largas o en mitad de la mañana o la tarde. Pesadillas.
  • trastornos de la alimentación: irregularidad en los horarios y los hábitos alimentarios. Ingesta de determinadas comidas para combatir la ansiedad.
  • incremento del consumo de alcohol y tabaco.

Personas vulnerables

Teniendo en cuenta que la situación que estamos viviendo en la actualidad es una experiencia excepcional que ha tenido un impacto muy importante en la mayoría de nosotros/as ya sea por la crisis sanitaria, social o económica, todos y todas somos vulnerables y podemos presentar algunos o todos los síntomas característicos de este cuadro, existen algunos perfiles más vulnerables:

  • las personas de riesgo a la hora de contraer el Covid-19: es posible que presenten miedo a salir de casa y les preocupe el contagio. Las personas de edad avanzada forman un colectivo especialmente vulnerable y durante el confinamiento han perdido hábitos como salir a la calle, pasear, relacionarse con otras personas, etc, y ahora puede resultarles difícil volver a adquirir estas rutinas.
  • personas con trastornos de ansiedad previos: que presentaban unos niveles de ansiedad elevados, como por ejemplo las afectadas por trastornos como la hipcondría, que pueden tener un mayor temor y preocupaciones ante la posibilidad de contagio. O personas con fobia social, o miedos sociales a las que el confinamiento les ha podido resultar cómodo ya que disminuye la posibilidad de contacto con otras personas. O las afectadas por miedos y preocupaciones de tipo agorafóbico o claustrofóbico, ya que los miedos relacionados con los espacios ya estaban presentes antes de la pandemia y ahora se pueden incrementar.
  • los niños y niñas también son un colectivo vulnerable ya que de forma más o menos consciente han experimentado la idea de que salir de casa podía ser peligroso debido al riesgo de contagio. A pesar de que en general los niños y las niñas pueden mostrar cierta facilidad a adaptarse a nuevas situaciones, hay que tener en cuenta que ha sido un colectivo privado de la posibilidad de salir de casa de una forma muy estricta y durante largo tiempo. La dependencia de los adultos para poder tener contacto con el mundo exterior y relacionarse online con personas de fuera del núcleo de convivencia ha endurecido sus condiciones de confinamiento, por lo que el contacto con el mundo exterior les puede resultar difícil.
  • personas que padecen o han padecido la enfermedad o tienen contactos cercanos afectados por el coronavirus y las personas que han perdido un ser querido también son especialmente vulnerables, ya que el miedo al contagio puede ser mucho mayor.

Pautas para superar el síndrome de la cabaña

Existen una serie de recomendaciones que podemos seguir para manejar el miedo y las preocupaciones:

  • darnos tiempo: dar pequeños pasos, procurando respetar nuestro ritmo y nuestros tiempos. Podemos marcarnos objetivos que no nos generen demasiada preocupación, como por ejemplo salir poco tiempo, en una hora del día que no haya mucha gente y cerca de casa. Y paulatinamente ir marcando objetivos más complejos. Establecer prioridades.
  • ser previsores: si sabemos que en una fecha determinada tenemos que realizar una actividad o volver a una rutina que nos resulta amenazante, no esperemos al último día para trabajar con nuestros miedos. Podemos programar pasos con anterioridad. Por ejemplo, si debemos incorporarnos a nuestro lugar de trabajo en transporte público y esto nos preocupa, podemos empezar por hacer un viaje corto, en un momento del día que no hay mucha gente e ir probando pasos más complejos de forma gradual.
  • expresar y compartir nuestros miedos y preocupaciones puede resultar liberador y además nos permite buscar apoyo si lo necesitamos. Aceptar el miedo, escucharlo, reconocerlo y nombrarlo nos va a dar mayor conciencia del problema y por lo tanto más posibilidades de buscar soluciones en lugar de quedarnos atrapados y bloqueados en un callejón sin salida.
  • buscar situaciones y personas que nos aporten tranquilidad. Practicar técnicas de relajación si las conocemos.
  • centrarse en el momento presente: si focalizamos nuestra atención en las tareas o las necesidades del día a día, evitamos llevar la atención hacia fantasías o preocupaciones acerca del futuro que nos puedan conducir a padecer crisis anticipatorias.
  • evitar el exceso de información: la mayoría de estudios realizados demuestran que el consumo excesivo de noticias sobre la Covid-19 puede aumentar el miedo y la sensación de riesgo para la salud, provocando alteraciones en el estado de ánimo, aumentando el estrés y la sensación de miedo a la hora de tener que salir de casa. Es importante tener presente que durante mucho tiempo las imágenes e información que nos llegaban del exterior, a través de los medios de comunicación, eran imágenes de hospitales, enfermedad y muerte, por lo que es normal relacionar el mundo exterior con un sitio muy amenazante. Por esto, el contacto progresivo con el exterior, siguiendo las pautas que nos hagan sentir seguros, nos permitirá vivir una realidad que seguramente es más normal de lo que pensábamos.

Síndrome de la cabaña y agorafobia

Es posible que tengamos una idea sobre lo que es la agorafobia y la relacionemos con aquellas personas que temen salir de su casa. ¿Es entonces el síndrome de la cabaña un tipo de agorafobia?

Se puede decir que ambos comparten algunos síntomas como por ejemplo la ansiedad y el miedo a abandonar el hogar o a estar en determinados espacios como pueden ser el transporte público. Pero mientras que el “síndrome de la cabaña” es un término que se usa a nivel popular y que responde a una reacción normal, que por lo tanto no se considera patológica y que se asocia a una causa o situación real amenazante, como es el caso del contagio de una enfermedad que puede ser grave, en una situación de pandemia. La agorafobia es un trastorno mental descrito en los manuales diagnósticos de psiquiatría y reconocido por la comunidad científica, que requiere tratamiento por parte de profesionales ya que no remite de forma espontánea y es el trastorno de ansiedad más incapacitante.

Para poder establecer el diagnóstico de agorafobia se requiere que la persona presente miedo o ansiedad intensa a dos o más situaciones típicamente agorafóbicas: transportes públicos lugares abiertos, lugares cerrados, hacer colas o estar en medio de una multitud y/o estar solo fuera de casa. La persona tiende a evitar de forma activa dichas situaciones, requiere de un acompañante o las soporta con un intenso miedo o ansiedad que no están justificadas teniendo en cuenta las características de la situación.

En la agorafobia es difícil establecer el origen del problema. Mientras que en el caso del “síndrome de la cabaña” el problema está claramente relacionado con una situación de confinamiento y aislamiento que, en el momento actual, se debe al riesgo de contraer la Covid-19 y al control social de dicha enfermedad.

La agorafobia se asocia frecuentemente a ataques de pánico, pero también existe agorafobia sin ataques de pánico. El ataque de pánico se caracteriza por la aparición súbita de miedo o malestar intenso que se caracteriza por la presencia de algunos de los siguientes síntomas: palpitaciones, sudoración, temblor o dificultades para respirar, sensación de ahogo, náuseas o malestar abdominal, mareo, inestabilidad, parestesias, miedo a perder el control, sensación de irrealidad o despersonalización y/o miedo a morir.

El síndrome de la cabaña y la agorafobia son dos cosas distintas que comparten algunas características. Los síntomas del “síndrome de la cabaña” los podemos considerar más o menos normales, pero deben empezar a preocuparnos si interfieren de forma significativa en alguna área de la vida de la persona, como por ejemplo si no es capaz de acudir al trabajo, o deja de lado el ocio, la familia, amistades u otros contactos sociales o actividades que formaban parte de su día a día, por un miedo a salir de casa que no está justificado por las recomendaciones que establecen los profesionales de la salud o las autoridades durante la crisis actual provocada por el coronavirus.

En el centro de Psicología Canvis de Barcelona, nuestro equipo de profesionales te puede orientar y proporcionar el acompañamiento que necesitas si durante estos tiempos de incertidumbre, de riesgo de rebrote y confinamiento y de crisis sanitaria, económica y social, tienes problemas en tu día a día, experimentas miedo a salir a la calle o a volver a relacionarte con otras personas, sientes inestabilidad emocional, preocupaciones, miedos, o apatía, dificultades para dormir, o molestias físicas relacionadas con problemas psicológicos.