Señales de alarma, clasificación y tratamiento.

La Dependencia Emocional constituye un importante problema clínico y social que, en la mayoría de los casos se fragua en silencio, ya que no es diagnosticado hasta que constituye un grave problema, tanto para uno mismo como para las personas con las que se establece una relación.

La palabra dependencia suele tener una connotación negativa, pero no debería ser así, los seres humanos somos una especie social por naturaleza, que las personas dependamos unas de las otras puede resultar muy gratificante, de hecho, una independencia emocional absoluta no sería un estado mental saludable, sino todo lo contrario, la diferencia radicará en si esta dependencia es una Dependencia Sana.

¿Qué entendemos por Dependencia Sana?

Cuando hablamos de adultos, una dependencia sana es aquella que sigue un patrón de vinculación no patológico, es la que permite que existan dos variables: la autonomía y la intimidad, nos referimos a autonomía cuando somos capaces de valernos por nosotros mismos, cuando nos sentimos seguros estando solos; por otro lado, la intimidad tiene que ver con la confianza, poder confiar en el otro y ser capaz de fraternizar con él.

Para poder tener esta dependencia sana debemos ser capaces de relacionarnos y vincularnos con el otro de una manera adecuada, estableciendo un patrón de vinculación sano.

¿Cuándo dejamos de tener un patrón de vinculación sano?

El patrón de vinculación que establecemos con las otras personas deja de ser sano en el momento en el que adoptamos una postura de sumisión, de dominancia o de evitación con el otro, cuando tenemos dificultades para establecer límites, cuando necesitamos controlar el comportamiento de los demás, cuando no podemos estar sin el otro ni cerca del otro, cuando necesitamos herirle y controlarle.

Todo esto nos llevará a no conseguir regularnos emocionalmente a nosotros mismos y a tener dificultades para manejar las necesidades propias y de los que nos rodean, entonces sentiremos que nuestras necesidades no están siendo satisfechas y que, en lugar de tener relaciones gratificantes, éstas nos generan frustración y decepción.

Las personas que establecen vinculaciones patológicas no tienen la capacidad de establecer relaciones horizontales, intentando siempre transformarlas en verticales, es decir, en lugar de aceptar la imperfección y la libertad de una relación entre adultos, necesitan tener una relación incondicional, donde uno dependa totalmente del otro, a menudo suelen sentirse decepcionadas cuando esa relación no resulta como ellos esperaban, y culpan al otro, sin ver que su actitud está directamente relacionada con el fracaso de la relación.

¿Qué características tiene la Dependencia Interpersonal Patológica?

La característica más importante es la Desregulación, cuando sentimos que perdemos el control, que no estamos bien, esta dificultad puede ser:

  • Desregulación Emocional, se expresa de diferente maneras, o bien nos sentimos hiperactivados, presentando síntomas como ansiedad, miedo oira; o bien estamos hipoactivados, tristes, apáticos o decaídos. Ej. Tras un conflicto en la pareja uno o ambos necesita llamar a todas horas, hablar de ello compulsivamente y demandar atención constante hasta alcanzar el equilibrio.
  • Desregulación Interpersonal, se trata de sentir la necesidad de estar constantemente con la pareja y controlar su comportamiento, el mayor miedo es a ser abandonado o sentirse rechazado, llegando incluso a ser ellos quienes acaban hiriendo o traicionando a su pareja.
  • Desregulación de la Autopercepción, esto sucede cuando la visión que uno tiene de sí mismo y su autoestima va fluctuando de un extremo a otro. Suelen ser personas camaleónicas que se vinculan tanto con su pareja, en cuanto a gustos y aficiones, que acaban mimetizándose con ellas.

¿Qué tipos de vinculación patológica existen?

Podemos decir que existen 3 grandes tipos de vinculación insana:

  1. Es uno de los más conocidos, son personas que se vinculan en exceso con los demás, necesitan agradar y se vuelcan en el otro esforzándose por no perder nunca su amor, sienten un profundo miedo a no gustar, a no ser suficiente, a ser abandonados. Suelen acabar agotados de tanto implicarse en satisfacer al otro y se sienten frustrados.

Las emociones que subyacen a este tipo son la ansiedad y la tristeza.

Estas personas corren el riesgo de ser víctimas de relaciones abusivas ya que, por temor a ser abandonados, toleran comportamientos de abuso y tienen muchas dificultades para finalizar una relación.

Dentro de este tipo de vinculación encontramos dos subtipos:

  • Sumiso/complaciente: intenta tener contenta a su pareja, se desvive por ella olvidándose de sí mismo, cuida para que lo quieran y le cuesta valorar lo que reciben.
  • Indefenso: requiere mucha atención, busca que se ocupen de él y consigue, con su actitud, que sea el otro quien se encargue de sus necesidades.
  1. Dominante: a simple vista parecen personas muy independientes, cuando hay conflicto amenazan con finalizar la relación, pero si el otro intenta dejarle, tratarán de recuperarlo a toda costa, desapareciendo la fachada de persona independiente y mostrando una gran dependencia afectiva. En el fondo temen ser dominados o abandonados y necesitan sentir seguridad controlando al otro; no soportan mostrarse débiles o vulnerables, prefiriendo ser temido a que ser amado. Bajo toda esta apariencia de fortaleza se esconde el miedo y el autodesprecio, temen que si, en el fondo se les conoce, no serán queridos. Suelen presentar rasgos de personalidad narcisista, paranoide y/o agresiva, y generalmente presentan celotipia (celos patológicos).

La emoción subyacente es el miedo, que intentan calmar ejerciendo un gran control y manifestando ira.

Dentro del tipo dominante encontramos 3 subtipos:

  • Agresivo: muestra su dominancia abiertamente y una marcada necesidad de control.
  • Pasivo/agresivo: ejerce su dominio a través del chantaje emocional.
  • Cuidador: se dedica a cuidar al otro hasta convertirlo en un ser indefenso.
  1. Evitativo: se presentan como personas autónomas, algo desconfiadas y distantes; la pauta de vinculación que establecen es del estilo “si, pero no”, mostrando un alejamiento emocional. En este tipo de relación, la fase inicial de enamoramiento es corta, durante esta fase son capaces de implicarse, pero después, de forma gradual o súbita, todo cambia, y se vuelven distantes. A pesar de su fachada evitativa necesitan de los demás.

La emoción que subyace es una profunda tristeza y sensación de desgarradora soledad, que se presenta en forma de apatía o desinterés, sienten, en el fondo, un gran vacío.

Dentro del tipo evitativo encontramos 5 subtipos:

3.1. Evitativo manifiesto: no reconocen públicamente a su pareja, no comparten actividades sociales con ella, da la impresión de que se avergüenzan o quieren llevarlo en secreto por alguna razón desconocida.

3.2. Evitativo emocional: no se implica emocionalmente en la relación, esto genera una sensación de vacío enorme a las personas con las que establece su relación, son capaces de participar en diferentes actividades, pero no conectan realmente, parece que están interpretando un rol.

3.3. Evitativo suspicaz: Son personas susceptibles y sensibles a cualquier agravio, con lemas como “no te puedes fiar de nadie” o “no te impliques porque al final todos te decepcionan”. Aparentan gran sociabilidad, ya que tienen un gran encanto superficial, pero si son sorprendidos en alguna traición, tal como una infidelidad, reaccionan de forma cruel, rompiendo todo vínculo con quienes le descubrieron y provocando incredulidad y desconcierto, pasan a ser un auténtico desconocido y es que, un análisis en profundidad, nos mostrará que esa amplia red social está formada por muchos conocidos, pero por ningún amigo. Detrás de ellos suele haber una historia de abandono temprano, ya sea real o emocional, y generalmente carecen de empatía.

3.4. Codependiente: este tipo necesita sentir que la otra persona depende en gran medida de él, para así poder sentirse seguro en la relación; su vida girará en torno a las necesidades del otro, existiendo una preocupación por la pareja en el que el vínculo es el cuidado, pero, a diferencia del tipo sumiso, este sí tiene en cuenta sus propios deseos y necesidades y los persigue. Refiere una sensación de no existir fuera de las relaciones con los demás, su valíaestará en función de lo mucho que la otra persona le necesita. El efecto que esta relación deja en la pareja es hacerla sentir cada vez más necesitada y débil emocionalmente.

3.5. Oscilante: son personas que pasan con frecuencia de tener rasgos dominantes/demandantes a rasgos sumisos, están llenos de altibajos emocionales, no están bien con la pareja, pero tampoco sin ella, pasan de sentir ira a tristeza o culpa. Acumulan un historial de relaciones conflictivas y con frecuencia son diagnosticados de otros trastornos. En su pasado encontramos historias de relaciones traumáticas con sus figuras de apego.

Estos tipos de vinculación pueden no mantenerse a lo largo del tiempo y es común pasar de un tipo de vinculación a otra según van cambiando las circunstancias de su entorno, pongamos un ejemplo: un tipo sumiso con sentimiento de pérdida posiblemente pasará a ser evitativo.

Generalmente las relaciones de pareja suelen establecerse en base a un estilo preferente de elección, como ejemplo diremos que el tipo evitativo suele unirse al tipo sumiso, formando una pareja disfuncional de larga duración, sin embargo, dos tipos cuidadores se repelerán entre sí.

 Tratamiento Psicológico en casos de Dependencia Interpersonal: fases

Es muy posible que la relación terapéutica sea la primera relación de vinculación sana que establezca el paciente que acude a consulta para tratar, el sufrimiento emocional que experimenta en sus relaciones de dependencia insana, verá en el terapeuta una figura de apego y las dificultades que aparecerán en consulta, cuya base estarán en las relaciones de apego, deberán aprovecharse para profundizar en las dificultades que la persona tiene con las figuras importantes en su vida. El cambio implicará una nueva comprensión y una experiencia del yo mismo, del otro y de la interacción con los demás.

La primera fase de la intervención es muy importante y se centra en reestablecer la seguridad, siendo la protección del paciente una prioridad. A partir de aquí se enseñarán técnicas de autoregulación emocional, conocer el ciclo de las discusiones, analizar las fases, hablar de los síntomas y aprender a manejarlos.

En una segunda fase se analizarán las habilidades de comunicación emocional, aprendiendo a interactuar con los otros de una forma sana, expresando los

desacuerdos y utilizando la comunicación como vehículo para solucionar los problemas y no para crearlos.

En una tercera fase será fundamental dotar al paciente de habilidades de autocuidado, algo que suele estar dañado en personas con dependencia, les ayudaremos a aprender a detectar y cubrir sus propias necesidades, empezando por las más básicas y creando rutinas adecuadas para su preservación. Una parte del trabajo consistirá en respetar las necesidades propias y ajenas, establecer límites, aprender a tolerar afectos, entender cómo utilizamos nuestras emociones.

En la última fase del tratamiento trataremos de analizar, desde el conflicto actual, los patrones de vinculación repetitivos que hay, entendiendo nuestra infancia y como, desde la teoría del apego, aprendimos a vincularnos en las primeras etapas de nuestra vida, sentando las bases sobre las que creamos las relaciones futuras.

 Y por último:  el abordaje terapéutico con EMDR

Trabajaremos las distintas situaciones traumáticas, conectaremos con ellas al revisar las relaciones que hemos establecido y que nos han provocado dolor y para ello utilizaremos la técnica EMDR, éste es el enfoque más contrastado científicamente y que aporta mejores resultados para trabajar el trauma, y es que a veces, el nivel de perturbación de algunos incidentes es tan alto que el sistema natural que tiene nuestro cerebro de procesar lo que hemos vivido se colapsa, produciéndose un bloqueo, en ese momento, las experiencias difíciles quedan almacenadas tal y como se han vivido, las imágenes, las sensaciones físicas, las emociones y las creencias que se activaron en ese momento, quedarán congeladas y se codificarán en nuestra mente de forma aislada, sin integrarse con el resto de recuerdos, como un nudo, algo que no se digiere.

Mediante la técnica de EMDR, accederemos al recuerdo original que nos hace daño y activaremos un proceso guiado, con el objetivo de modificar el recuerdo traumático, reprocesándolo para que se convierta en algo adaptativo y quede integrado con el resto de nuestra memoria, haciendo de él un aprendizaje positivo, el EMDR abre una ventana a nuestro cerebro permitiendo dejar atrás el dolor y construir un nuevo sistema de creencias.

Es un buen momento para reflexionar acerca del estilo de vinculación que utilizamos en nuestras relaciones, recapacitando acerca de si son o no relaciones gratificantes y sanas y planteándonos si es ese el tipo de relación que deseamos tener en nuestra vida.

Entender el propio estilo de apego, que está basado en el de las figuras que han sido relevantes en nuestra vida, aprender estilos de vinculación sanos y encaminarnos hacia un estilo de apego seguro adquirido, es un objetivo primordial para ser felices.