El fuego abrasa la madera, pero también la endurece. En este artículo hablaremos de antifragilidad, hormesis, eustrés, desintegración positiva y crecimiento postraumático. Son fenómenos similares, observados desde distintas disciplinas, que apuntan a una misma conclusión: más allá de sus embates, y bajo ciertas condiciones, la adversidad nos beneficia.

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Somos antifrágiles

En su obra Antifrágil (2012), el economista Nassim Taleb explora los sistemas que se benefician del desorden; aquellos que prosperan en las crisis y crecen al exponerse al riesgo, a la incertidumbre y a los estresores. Taleb denomina antifragilidad a la propiedad que permite a estos sistemas crecer en la adversidad, más allá de aguantar sus embates. La evolución, la cultura, los sistemas políticos y sus revoluciones, los bosques ecuatoriales, las buenas recetas de cocina, las bacterias resistentes y hasta nuestra existencia como especie en este planta se benefician de esta propiedad.

Según Taleb, los organismos vivos —entre ellos el ser humano— son por naturaleza antifrágiles, por lo que debemos exponernos a ciertos estresores para estimular, fortalecer y conservar nuestra salud. El ejercicio físico y el ayuno, practicados con cabeza, son ejemplos de tensiones que benefician al organismo. También lo son la exposición controlada al sol, al frío y a las bacterias.

El veneno depende de la dosis

En Medicina, este proceso se conoce como hormesis. Se refiere al beneficio que obtiene el organismo al ser expuesto a dosis bajas o subletales de un agente estresante, activando una respuesta adaptativa que incrementa su resistencia frente a un estrés más severo (López-Díazguerrero et al., 2013). La hormesis nos enseña que, a veces, la intuición nos engaña: el veneno, a ciertas dosis, puede fortalecernos. O dicho de otra manera, nuestra respuesta al estrés no es lineal: mientras que en exceso nos daña, su ausencia puede debilitarnos.

Séneca decía que el árbol más recio es aquel que el viento azota con frecuencia. En efecto, privar al organismo de estresores puede impedir su desarrollo y debilitar su salud. La evolución nos hizo buscar la comodidad porque esta era la excepción, pero la biología humana necesita estrés para prosperar (Carney, 2017). Pensemos en el cuerpo de un atleta profesional frente al de un oficinista promedio; o en el vigor de un animal salvaje, que debe cazar su comida, frente al de uno doméstico. Parece evidente que someternos a un exceso de confort nos debilita, relajando nuestras defensas y volviéndonos más frágiles.

En el ámbito de la salud mental, la tensión también trae beneficios. Adoptando este enfoque contraintuitivo, que subraya nuestra naturaleza antifrágil, exploraremos a continuación el potencial positivo de la adversidad. Veremos de qué formas nos beneficia el estrés, cómo podemos crecer en las crisis y qué tienen de bueno las experiencias traumáticas.

El eustrés y el distrés

Ya lo hemos dicho: no toda tensión es mala. Los psicólogos distinguimos el distrés (o estrés negativo) del eustrés (o estrés positivo), dos formas de responder a la presión que acarrean consecuencias opuestas. Es importante reconocer que, únicamente cuando nos vemos superados por una situación, la respuesta de estrés se desborda y aparece la ansiedad. El distrés suele aparecer en respuesta a tensiones agudas (por ejemplo, una pérdida repentina) y/o prolongadas (por ejemplo, una sobrecarga laboral mantenida en el tiempo). Perjudica nuestra salud y compromete nuestro bienestar. Los trastornos ansiosos y adaptativos, el burnout y los problemas psicosomáticos son algunas de sus consecuencias perjudiciales.

Por otro lado, tenemos el estrés positivo, que nos prepara para actuar y contribuye a nuestro desarrollo. El eustrés surge ante retos desafiantes, exigentes pero asequibles, que la persona ve como positivos. Participar en una competición deportiva, empezar un nuevo trabajo, tener un hijo o casarse son ejemplos de estresores que pueden producir eustrés. La persona posee los recursos necesarios para abordar la situación y cree en su capacidad para hacerle frente. A diferencia del distrés, el eustrés nos energiza, nos motiva y nos vuelve proactivos, mejorando nuestro rendimiento y nuestro bienestar (Lu, Wei y Li, 2021).

Al igual que podemos endurecer el cuerpo con entreno, podemos fortalecer nuestra mente exponiéndonos al eustrés. Asumir retos positivos es una buena forma de ampliar nuestros recursos de afrontamiento, nuestra percepción de eficacia y nuestra zona de confort. De hecho, en psicoterapia, utilizamos la exposición para tratar la ansiedad: pedimos al paciente que se exponga gradual y sistemáticamente a sus miedos en lugar de rehuirlos. Si la técnica se practica bien, al cabo de unas cuantas repeticiones se extingue la respuesta de ansiedad.

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Reconstruirse en las crisis

A mediados del siglo pasado, el psiquiatra Kazimer Dabrowski observó que las crisis vitales son condición necesaria para el desarrollo humano. Acuñó el concepto de desintegración positiva para reflejar el proceso que experimentamos en los momentos críticos de nuestras vidas (Aguirre, 2021). El conflicto pone a prueba nuestra estructura psicológica, útil hasta ese momento, y nos empuja, a veces de forma dolorosa, a reorganizarla. Si abrazamos este proceso en lugar de bloquearlo, algo en nosotros madura, dando pie a una identidad renovada: nuestra visión del mundo se amplía, mudamos algunos valores, esquemas y creencias, ajustamos nuestra personalidad a la nueva situación y permitimos que florezca una versión mejorada de nosotros mismos.

Hay un crustáceo que ilustra bien este fenómeno. Su experiencia nos habla del valor positivo de las crisis y del riesgo de desaprovechar su potencial. Se trata de la langosta, un animal carnoso que vive atrapado en un rígido caparazón. Según se cuenta, aunque llega a alcanzar dos palmos de envergadura, al nacer mide poco más que una lenteja. Sin embargo, su coraza nunca se expande. Entonces, ¿cómo crece la langosta? A medida que el crustáceo se desarrolla, su caparazón va volviéndose incómodo, como un zapato demasiado estrecho. El dolor lo estimula a nadar hasta el fondo marino, donde busca alguna roca agrietada en la que tomar refugio. Relativamente a salvo de sus depredadores, la langosta empieza su “desintegración positiva”: primero se desnuda, abandonando su viejo caparazón, y después produce una coraza nueva, de mayores dimensiones.

El proceso implica sufrimiento, incomodidad y peligro, pero permite a la langosta seguir creciendo. ¿Qué ocurriría si, compadeciéndonos de ella, anestesiáramos su dolor? En la perspectiva de Dabrowski, estaríamos bloqueando su desarrollo. La langosta seguiría nadando impasible, atrapada hasta su muerte en una minúscula coraza.

Más allá del estrés postraumático

También es de Séneca la siguiente frase: “No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”. Epícteto, otro filósofo estoico, aunque nacido esclavo, escribía: “ ¿Qué hubiera sido de Hércules sin el león, la hidra, el jabalí y el resto de peligros? ¿Qué hubiera hecho en ausencia de esos desafíos? Simplemente se hubiera dado la vuelta en la cama para seguir durmiendo, y al pasar la vida entre el lujo y la comodidad, nunca se habría convertido en el poderoso Hércules” (Vázquez, 2020).

La capacidad del ser humano para afrontar la adversidad y extraer de ella un beneficio ha sido tradicionalmente ignorada por la Psicología, que ha dedicado sus esfuerzos al estudio de los efectos devastadores del trauma (Vera, Carbelo y Vecina, 2006). Muchos estamos familiarizados con el estrés postraumático de los combatientes, con los terribles efectos del abuso en la infancia o con la complejidad del duelo ante ciertas pérdidas. Pero pocos reconocemos que tras esta devastación se esconde una oportunidad para ganar perspectiva y seguir creciendo.

En 2010, Stacey Kramer dio una charla TED que ilustra este fenómeno a la perfección. En apenas tres minutos, comparte una experiencia aterradora de la que dice no arrepentirse. La transcribimos a continuación, traducida del inglés y algo resumida:

Pensad, si lo deseáis, en un regalo. Me gustaría que lo dibujarais en vuestras mentes. No es demasiado grande; es del tamaño de una pelota de golf. Imagináoslo envuelto. Pero antes de mostraros el contenido, os diré que va a hacer cosas increíbles por vosotros. Va a unir a toda la familia. Os sentiréis más amados y apreciados; os llamarán vuestros amigos y conocidos, incluso aquellos que no veíais desde hace años. Os adorarán y os admirarán. Pondrá en su lugar lo que de verdad importa. Redefinirá vuestro sentido de la espiritualidad. Renovará vuestra fe. Seréis más conscientes de vuestro cuerpo y aprenderéis a confiar en él. Os llenará de vitalidad y energía. Ampliará vuestro vocabulario. Conoceréis gente nueva. Llevaréis una vida más sana. Gozaréis de vacaciones más largas, sin hacer absolutamente nada. Degustaréis las mejores comidas. Recibiréis toneladas de flores. La gente os dirá: “Tienes buen aspecto, ¿te has hecho algo?”. Y conseguiréis un suministro de pastillas de por vida.

 El regalo os desafiará, os inspirará y os motivará. Hará que os sintáis agradecidos. Vuestras vidas adquirirán un nuevo significado: paz, salud, felicidad, nirvana. ¿El precio? 55.000 dólares. Y es una oferta increíble. Sé que os morís por saber qué es y dónde podéis adquirirlo. ¿Está disponible en Amazon? ¿Tiene el logotipo de Apple? ¿Existe lista de espera? Probablemente, no. Veréis, este regalo me llegó hace unos cinco meses. Tenía este aspecto cuando todavía estaba envuelto… [Muestra la imagen de una bolsa roja para residuos biológicos, opaca]. Y luego, se veía así. [La siguiente diapositiva muestra la cabeza de Stacey; aparece con un costado rapado, atravesado por una cicatriz de unos diez centímetros]. Se trata de una gema rara: un tumor cerebral, el regalo que sigo recibiendo.

 Y aunque ahora me encuentro bien, no os deseo este regalo. Porque no estoy segura que lo queráis. Y sin embargo, yo no cambiaría mi experiencia. Alteró mi vida profundamente, de forma inesperada, de las maneras que acabo de compartir con vosotros. Así que la próxima vez que enfrentéis algo inesperado, no deseado o incierto, considerad que podría ser un regalo.

Crecimiento postraumático

Los psicólogos Calhoun y Tedeschi (2012) acuñaron el concepto de crecimiento postraumático para describir este fenómeno. Hace referencia al cambio positivo que puede experimentar una persona como resultado del proceso de lucha que emprende a partir de la vivencia de un suceso traumático. Según estos autores, el crecimiento puede surgir en tres direcciones: cambios en uno mismo (por ejemplo, la persona aprende a confiar en su capacidad para hacer frente a la adversidad), cambios en las relaciones (por ejemplo, mayor conexión con los seres queridos) y cambios en la propia filosofía de vida (por ejemplo, revisión de la escala de valores y mayor apreciación de cosas a las que se daba poca importancia).

Ni todas las personas que experimentan sucesos traumáticos desarrollan un trastorno, ni todas ellas crecen con la adversidad por defecto. Para fomentar el crecimiento postraumático podemos aplicar los siguientes consejos (adaptado de Calhoun y Tedeschi, 2012): en primer lugar, aceptar la realidad del suceso y de su impacto negativo, sin perder la esperanza ni el optimismo; en segundo lugar, estar abiertos a la experiencia, interpretar la situación como un reto y buscar activamente el crecimiento; en tercer lugar, contar con el apoyo social necesario; en cuarto lugar, enmarcar el suceso en una narración que le dé sentido, de manera que podamos trascender nuestro rol de víctima.

Un último factor, fundamental para muchas personas, es contar con apoyo profesional. Si estás pasando por un mal momento y te sientes estancado, consultar con un psicólogo puede ser la solución. En Canvis podemos echarte una mano: pide ayuda si la necesitas.

Referencias bibliográficas

Aguirre, G. (2021). Sanación por disolución: emergencia de la identidad. Tesis Psicológica, 17(1). Recuperado de: https://doi.org/10.37511/tesis.v17n1a12

Calhoun, L. G. y Tedeschi, R. G. (2012). Posttraumatic growth in clinical practice. Routledge.

Carney, S. (2017). Lo que no nos mata: Cómo el agua helada, la altitud y la exposición a condiciones medioambientales extremas regeneran nuestra fuerza evolutiva perdida. Gaia.

Kramer, S. (2010). The best gift I survived [Vídeo]. TED Talks. Disponible en: www.ted.com/talks/stacey_kramer_the_best_gift_i_ever_survived

Lu, S., Wei, F. y Li, G. (2021). The evolution of the concept of stress and the framework of the stress system. Cell Stress. 5(6):76-85. Recuperado de: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34124582/

Taleb, N. (2013). Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden. Booket.

Vázquez, M. (2020). Invicto: Logra más, sufre menos. Salud Salvaje SL.

Vera, B.; Carbelo, B. y Vecina, M. L. (2006). La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Papeles del Psicólogo. Vol. 27(1), pp. 40-49. Recuperado de: www.papelesdelpsicologo.es/pdf/1283.pdf