Tener una relación de pareja es todo un reto que nos puede llevar a vivir emociones de alta intensidad, vivencias que no habíamos tenido antes, expectativas nuevas, planes de futuro… En las parejas, como en todas las relaciones, existe una distribución de poder. Pero, ¿Qué significa realmente este poder y cómo influye en la dinámica de la relación?. Comprender cómo se configura el poder en una relación es esencial para fomentar un vínculo sano, basado en el respeto y la autonomía de cada persona. En este artículo exploraremos qué significa el poder en la pareja, los diferentes tipos de relaciones de poder, las consecuencias del desequilibrio y cómo trabajar para lograr una relación más equitativa y satisfactoria.
Definición de relación de poder en la pareja
La pareja se debe entender como una sociedad compuesta por dos personas con formas de funcionar diferentes que constantemente evoluciona, por lo que es constantemente cambiante. Para conseguir una buena gestión entre ambas partes de la pareja es indispensable establecer una correcta relación de poder.
El poder, en un una relación, se define como la distribución de influencia, control y toma de decisiones entre los miembros. Este poder se influencia por muchos factores tanto externos como internos: cultura, educación, economía, género, expectativas de cada persona…
Cuando hablamos de poder, intervienen cuestiones como la toma de decisiones, la iniciativa en cuanto a las propuestas organización o actividades, la influencia sobre el otro y la disponibilidad de espacios propios individuales fuera de la pareja.
En una relación, lo habitual es que el poder se reparta por esferas en las que uno de los miembros de la pareja se siente más capaz o simplemente tiene preferencia por tomar decisiones en ese ámbito. Por lo tanto, en cualquier relación conviene organizarse de manera que ambos salgan favorecidos.
Tipos de relaciones de poder
Se pueden distinguir, principalmente, tres tipos de relaciones de poder.
Por un lado, está el poder equilibrado. El poder equilibrado se basa en una relación donde ambos miembros tienen un nivel similar de decisión y autonomía. La comunicación es abierta, se respetan las opiniones y se toman decisiones de manera conjunta. Es decir, la relación está establecida por unas bases comunicativas donde ambas partes tienen un rol importante en la toma de decisiones y ambos se tienen en cuenta. Este tipo de poder es a lo que, comúnmente, se llama una relación “50 – 50”.
Por otro lado, existe el poder desigual. El poder desigual se da en una relación de pareja cuando uno de los dos miembros tiene mayor control sobre el otro. Es decir, es quien toma las decisiones acerca de aspectos clave como la economía, las decisiones familiares o las relaciones sociales de manera unilateral y sin tener en cuenta a la otra persona. Esto puede surgir de diferencias económicas, culturales o de personalidad. Estas situaciones de desigualdad pueden desencadenar en la otra persona situaciones de baja autoestima, no sentirse valorada, no querer generar conflicto por las consecuencias que puede traer… Lo que suele derivar a problemas graves.
Por último, existe el poder coercitivo o abusivo. Este tipo de poder ocurre cuando uno de los miembros recurre a la manipulación, control emocional o violencia para dominar a la pareja. Es decir, en un inicio sería una relación de poder desigual y, si esta se incrementa, acabaría derivando a una relación de poder coercitivo o abusivo. Este tipo de relaciones suelen derivar a problemas graves para la víctima a nivel psicológico.
El desequilibrio en las relaciones de poder y sus consecuencias
El desequilibrio en las relaciones de poder de pareja ocurre cuando uno de los miembros tiene más control sobre aspectos clave de la relación, como la toma de decisiones, las finanzas, las relaciones sociales o las emociones, mientras que el otro tiene una influencia limitada o nula. Esta desigualdad puede ser explícita, cuando hay imposición directa, o implícita, cuando se da de manera sutil o culturalmente aceptada.
Algunas de las señales que pueden mostrar desequilibrio en la relación son:
- Control excesivo sobre las finanzas, las amistades, el tiempo libre, vestimenta…
- Manipulación emocional como chantaje, culpa, victimización…
- Faltas de respeto como críticas constantes, desvalorización, humillación…
- Aislamiento, influenciando a la pareja para que se aleje de su familia y amigos.
- Toma de decisiones unilaterales, es decir, cuando un miembro de la pareja toma decisiones que implican a los dos sin contar con la opinión del otro.
Esto son solo algunos ejemplos, aunque existen muchos otros. El desequilibrio de poder puede generar diversas consecuencias, tanto a nivel individual como en la relación en general:
- Consecuencias emocionales y psicológicas:
- Baja autoestima: La persona con menos poder puede sentirse incapaz de tomar decisiones o expresar sus deseos, lo que afecta su confianza en sí misma.
- Ansiedad y estrés: La falta de autonomía y el miedo a la reacción del otro pueden generar altos niveles de ansiedad.
- Sintomatología depresiva: Si la persona siente que no tiene control sobre su vida dentro de la relación, puede desarrollar sentimientos de tristeza profunda y desesperanza.
- Dependencia emocional: El miembro con menos poder puede volverse dependiente del otro, incluso si la relación le hace daño.
- Consecuencias en la relación:
- Conflictos constantes: La desigualdad genera resentimiento, lo que puede llevar a discusiones frecuentes.
- Falta de satisfacción en la pareja: Cuando uno de los miembros siente que no es escuchado ni valorado, la relación se vuelve frustrante.
- Infidelidad o distanciamiento: Algunas personas buscan fuera de la relación el equilibrio y el respeto que no encuentran en su pareja.
- Riesgo de violencia de pareja: En los casos más graves, el desequilibrio de poder puede derivar en abuso psicológico, económico o físico.
- Consecuencias sociales y económicas:
- Aislamiento social: La persona con menos poder puede alejarse de su círculo social debido al control de su pareja.
- Limitación en el desarrollo personal y profesional: Si la pareja no apoya el crecimiento del otro, puede impedir que estudie, trabaje o persiga sus metas personales.
- Dependencia económica: En relaciones donde una persona controla los ingresos, la otra puede verse obligada a quedarse en la relación por falta de recursos para independizarse.
Las consecuencias del desequilibrio en la pareja pueden llegar a ser muy graves no solo para la relación sino para el bienestar emocional de la víctima, de ahí la importancia de la detección de los desequilibrios y la búsqueda de soluciones a tiempo.
Cómo lograr una relación de poder equilibrado
Para llegar a establecer una relación de poder equilibrado será indispensable haber construido una dinámica basada en el respeto mutuo, la equidad en la toma de decisiones y la autonomía individual.
Para ello, uno de los principales aspectos a trabajar es la comunicación asertiva. Una comunicación asertiva se puede resumir en el hecho que la persona pueda expresar sus pensamientos, necesidades y preocupaciones sin temor a las represalias o juicios que pueda tener, siempre expresándose de manera respetuosa. Algunos de las estrategias para mejorar la comunicación en la pareja son:
- Expresar opiniones con respeto, evitando tonos agresivos o pasivo-agresivos.
- Practicar la escucha activa, mostrando interés genuino por lo que la otra persona siente.
- Evitar las suposiciones y hacer preguntas cuando algo no está claro.
- Resolver conflictos desde una perspectiva de solución, no de competencia.
Otra de las características para tener una relación de poder equilibrado es la toma de decisiones equitativa. El poder en la pareja no significa que ambas personas deban estar de acuerdo en todo, pero sí que ambas tengan la oportunidad de influir en las decisiones importantes. Por este mismo motivo es importante tener en cuenta la opinión de la otra persona para tomar una decisión. Esto enriquecerá la relación porque hará a ambas partes sentirse valiosos. Algunas estrategias para conseguirlo son:
- Establecer acuerdos sobre cómo se tomarán las decisiones (por consenso, turnos, según el área en la que cada uno se especialice).
- Reconocer que algunas decisiones pueden ser más importantes para uno que para el otro.
- Evitar que una sola persona imponga su criterio en todas las áreas de la relación.
Otro de los aspectos claves y que frecuentemente se olvida en las relaciones es la independencia. Una relación sana no significa depender completamente del otro, sino que ambos miembros mantengan su individualidad y autonomía personal. Para ello, algunos aspectos clave son: fomentar que cada persona tenga su propio espacio, hobbies e intereses, respetar la privacidad y la necesidad de tiempo a solas y apoyar el crecimiento personal y profesional del otro. Que cada miembro de la pareja pueda tener su tiempo y su espacio enriquecerá la relación de ambos.
Tener una repartición de responsabilidades equitativa y equilibrio económico será otro de los aspectos clave. Para mantener el equilibrio en estos ámbitos será importante, en el hogar, repartir las tareas domésticas de manera equitativa para que no recaigan únicamente en una única persona. En cuanto al trabajo, si ambas personas trabajan se deberán distribuir los gastos de forma justa, según las posibilidades y los recursos de cada uno. En el caso que solo trabaje un miembro, habrá que acordar un sistema que no genere dependencia económica total para una de las dos partes. Para ello se pueden llegar a pactos temporales y, posteriormente, por ejemplo, cuando la situación laboral de la persona cambie llegar a sistemas compensatorios ya pactados previamente.
Uno de los aspectos más importantes para que la relación sea equilibrada es evitar dinámicas de control y manipulación. Algunas señales que indican estos aspectos son: chantajes emocionales para conseguir algo que le interesa a la persona, imponer reglas sin consenso, minimizar las opiniones o sentimientos del otro, hacer sentir culpa o inseguridad en la persona para influir en su comportamiento… Pudiendo así dejar de ser una relación de poder equilibrada para convertirse en una desigual o abusiva. Algunas maneras de prevenirlo es: ser consiente de los propios patrones de control o manipulación y corregirlos, fomentar la confianza y el respeto en la relación y, sobre todo, establecer límites saludables y respetarlos.
Para finalizar, un aspecto clave después de todos los comentados es el análisis y ajuste constante de la relación. Las dinámicas de poder pueden cambiar con el tiempo debido a factores como la paternidad, cambios laborales o problemas personales. Es importante que la pareja haga revisiones periódicas de su relación y ajuste aquello que sea necesario. Algunas de las estrategias para ello son: tener conversaciones regulares sobre la relación y su balance de poder, uso de la comunicación asertiva, adoptar una posición empática, buscar apoyo externo si hay conflictos difíciles de resolver (terapia de pareja), adaptarse a los cambios sin perder la equidad…
En definitiva, el equilibrio de poder en una relación no significa que ambos tengan exactamente la misma influencia en todo, sino que exista un respeto mutuo, oportunidades equitativas y decisiones compartidas.
Conclusión
En conclusión, el equilibrio de poder en una relación es fundamental para garantizar una convivencia sana y satisfactoria para ambas partes. La distribución del poder influye en la toma de decisiones, la autonomía individual y el bienestar emocional de los miembros de la pareja.
Existen distintos tipos de relaciones de poder: equilibrado, desigual y coercitivo. Mientras que el poder equilibrado favorece la comunicación y el respeto mutuo, el poder desigual y el coercitivo pueden generar consecuencias negativas como baja autoestima, conflictos constantes y, en los casos más graves, abuso emocional o físico.
Las señales de un desequilibrio de poder incluyen el control excesivo, la manipulación emocional, la falta de respeto y la toma de decisiones unilaterales. Estas dinámicas pueden afectar no solo la relación en sí, sino también el bienestar psicológico, social y económico de la persona con menos poder.
Para lograr una relación de poder equilibrado, es clave fomentar la comunicación asertiva, la toma de decisiones compartida, el respeto por la independencia de cada persona y una distribución justa de responsabilidades. Además, es importante evitar dinámicas de control y manipulación, estableciendo límites saludables y ajustando constantemente la relación a los cambios que puedan surgir con el tiempo.
En definitiva, una relación de pareja saludable no implica que ambos tengan la misma influencia en todo, sino que exista un respeto mutuo, oportunidades equitativas y un balance de poder que permita a ambos sentirse valorados y escuchados.
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Bibliografía
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Grado en Psicología (Universidad de Barcelona)
Máster en Psicología de la Actividad Física y del deporte (Universidad Autónoma de Barcelona)
Máster en Psicología General Sanitaria (CUSE), en curso