Vivimos en un mundo totalmente polarizado donde, los ricos cada vez son más ricos, los pobres cada vez más pobres, la política cada vez está más radicalizada, incluso el clima, cada vez más extremo, alterna devastadoras inundaciones con enormes sequías. Y, cómo no, esta polarización también se ve reflejada entre los jóvenes. Mientras que, podríamos decir la mayoría de los jóvenes, forman parte de la generación más formada de la historia, jóvenes comprometidos con su futuro, dispuestos incluso a cruzar fronteras para hacerse un hueco entre los más competentes; nos encontramos con otro grupo de jóvenes, cada vez más numeroso, denominados “Nini” que ni estudian ni trabajan.

Este grupo de jóvenes, los “Nini”, estaría formado por chicas y chicos de entre 16 y 30 años, que no realizan ningún tipo de actividad, ni formativa ni laboral.

Un informe realizado en 2016 por el Observatorio de la Formación Profesional de la Fundación BCN, data en 17038 el número de chicos y chicas de entre 16 y 24 años que ni estudian ni trabajan en la ciudad de Barcelona. Tal es el nivel de preocupación que el Ayuntamiento de Barcelona está llevando a cabo algunos proyectos para reconducir a estos jóvenes, de nuevo, hacia la senda de la formación.  Uno de estos proyectos consiste en la apertura de una “escuela de segunda oportunidad”, en la que se acoge a chicos que abandonaron sus estudios y tienen dificultades para incorporarse al mundo laboral.

Si analizamos el perfil de estos jóvenes, observamos que existe una gran variabilidad. Por un lado, hay jóvenes que, debido a una compleja situación familiar, carecen de formación y de capacidad para promocionarse, encontrándose en riesgo de exclusión social. Por otro lado, están los jóvenes sobrecualificados que no encuentran un trabajo acorde a su formación. Y, en un porcentaje menor, estarían los jóvenes desmotivados que no sienten interés por la formación ni por el trabajo.

Este grupo más minoritario, suele estar formado por jóvenes que, tras fracasar en los estudios, no saben hacía dónde orientarse. No tienen claro lo que les gusta y han perdido la confianza en sí mismos y en sus propias capacidades. Acostumbrados durante años al fracaso y a la censura por parte de la escuela y de los padres, acaban por sentir que no tienen habilidades para el estudio, y pocas oportunidades para incorporarse al mundo laboral. Muchos padres quieren dar a sus hijos todo aquello que ellos no tuvieron mostrándose permisivos y protectores. La inconsistencia de los límites con los que han sido criados estos jóvenes, genera que eludan las responsabilidades y no sean capaces de afrontar las dificultades. Así que, como han crecido viendo como sus padres les resolvían los problemas incluso antes de que aparecieran, cuando se encuentran con una dificultad, se bloquean, se paralizan, y postergan sus responsabilidades. Sienten miedo a fracasar de nuevo, a no ser capaces de conseguir sus objetivos, porque no han aprendido a gestionar sus necesidades ni a tomar decisiones de forma autónoma.

Por otro lado, en una sociedad en la que se prioriza lo inmediato y lo fácil, en la que todo se consigue con un click, los jóvenes tiende a frustrarse cuando no consiguen sus propósito de forma rápida y sin mucho esfuerzo. Aprende a percibir el trabajo como algo negativo.

A nivel psicológico, los “Nini” suelen ser chicos y chicas con problemas de autoestima. Aunque la imagen que proyectan es la de jóvenes que pasan de todo, que viven acomodados, jugando a la “play”, saliendo hasta altas horas de la noche y levantándose tarde, suelen ser jóvenes inseguros que dudan de sus capacidades. Son chicos y chicas con dificultades para gestionar la frustración ya que, generalmente, no están acostumbrados a que se les niegue nada, ni a luchar por nada, todo lo que han querido lo han tenido, en muchas ocasiones, incluso antes de pedirlo. A todo esto hay que añadir las dificultades propias de la etapa vital por la que transitan. La adolescencia es una etapa complicada y convulsa que cada vez se alarga más en el tiempo, es una etapa en la que los jóvenes empiezan a cuestionarse y a rechazar todo lo que ha formado parte de sus vidas. Es una etapa de transición y de transformación, en la que tienen que aprender a desligarse de esa dependencia hacia sus padres, a su zona de confort y volar. Pero, también, es una etapa de vértigo ya que, en toda transformación, suelen producirse pérdidas y ganancias. El hacerse adulto significa ganar en independencia a costa de perder protección. Lo más habitual es que los jóvenes ya adultos comiencen el camino hacia su propia independencia, pero en el caso de los llamados “Nini” su falta de seguridad les impide arriesgarse a valerse por sí mismos y prefieren quedarse en lo conocido, en dónde no necesitan demostrar nada.

¿Qué podemos hacer para prevenir que nuestros jóvenes pierdan su orientación?

Como hemos dicho anteriormente, son jóvenes con problemas de autoestima, muchas veces, estos problemas de autoestima, vendrían derivados del fracaso escolar. Desde el ámbito educativo, sería necesario ofrecer a estos chicos y chicas con dificultades académicas, alternativas más atractivas y, quizás, más prácticas para que estos jóvenes puedan descubrir su valía. Tal como defiende Gardner, la inteligencia académica, la obtención de títulos y méritos educativos, es decir, el expediente académico no es un factor decisivo para conocer la inteligencia de una persona. Para Gardner, la vida humana requiere del desarrollo de varios tipos de inteligencia y según él, existen casos claros en los que las personas presentan unas habilidades cognitivas extremadamente desarrolladas, y otras muy poco desarrolladas. No deberíamos pasar por alto la definición científica de la inteligencia como la «capacidad de solucionar problemas o elaborar bienes valiosos».

Por otro lado, es importante educar en valores. La educación en valores no es simplemente una asignatura concreta que deba impartirse en centros educativos; debe ser transversal y afectar a la manera de hacer, no solo de todo el profesorado en su conjunto, sino también al modo en el que actúa toda la institución educativa, los padres, las madres, los tutores y, en general, la comunidad. Valores como el respeto, la empatía y la igualdad, son imprescindibles para ordenar las prioridades. El ponerse en el lugar del otro, tanto cognitiva como emocionalmente, mejora la capacidad para gestionar conflictos y comprender puntos de vista distintos, lo que amplia y flexibiliza la mentalidad de los jóvenes.

También es importante enseñarles a aceptar y a tolerar la frustración.  María Jesús Álava, psicóloga y autora del libro El no también ayuda a crecer”, nos muestra los errores básicos a evitar:

1) Intentar ser «colegas» en lugar de padres. Los hijos solo tienen un padre, amigos tienen muchos.

2) Intentar «comprarlos» haciendo de buenos o poniéndonos de su parte durante el conflicto.

3) Protegerles en exceso. Hacer que el mundo gire en torno suyo. «Podemos facilitarles el camino, pero no correrlo con ellos», escenifica Álava.

4) Ceder para evitar males mayores y pensar que esto pasará con el tiempo.

5) Creer que con el diálogo se arregla cualquier situación.

6) Sacrificar constantemente a otros miembros de la familia.

7) Cerrar los ojos, negar lo evidente, y pensar que los demás exageran.

8) Favorecer el consumismo. «Se empieza por no darle valor a las cosas y se termina por no darle valor a las personas».

9) Creer sus mentiras y caer en sus trampas y trucos.

¿Qué hacer cuando un joven ni estudia ni trabaja?

A veces, las medidas preventivas llegan tarde y nos vemos obligados a actuar. Es posible, que el joven que se encuentra en esta situación se sienta más cómodo hablando con alguien externo a la familia. En este caso, sería recomendable buscar un especialista que le ofrezca la ayuda psicológica que está demandando.

En centro de psicología Canvis en Barcelona tiene psicólogos especializados en atender y orientar a jóvenes que viven de forma angustiosa este estancamiento vital, se les puede ofrecer ayuda para recobrar la ilusión por la vida, descubrir sus talentos y aprovecharlos, y para aprender a perder el miedo al fracaso. Nadie es perfecto ni nació sabiendo hacer todo bien. De todas las experiencias podemos extraer un aprendizaje, incluso de aquellas en las que fracasamos.

No debemos olvidar que los “Nini” no son “vagos”, sino que son chicos y chicas que sufren un bloqueo emocional; que no es la desidia la que los mantiene en esa situación, sino la indecisión y el miedo. Miedo que les provoca ansiedad y, en algunos casos, puede derivar en depresión. Realmente, muchas de las conductas que observamos en los jóvenes “Nini” podrían encajar perfectamente con síntomas depresivos. La depresión es un trastorno del estado de ánimo, que se traduce en un estado de decaimiento y que suele cursar con síntomas como desinterés, tristeza, desmoralización, disminución de la autoestima, etc. Ante la duda, lo mejor es acudir a un especialista que te asesore, te guíe, y te proporcione las herramientas que necesitas para encontrar tu camino y alcanzar la etapa adulta de manera tranquila y eficaz.