La difícil tarea de emigrar y volver a comenzar.

En Canvis, recibimos y acompañamos a muchos pacientes que vienen de otras partes de España e inclusive de otros países. Hay diversidad de motivos por lo que una persona elige cambiar de lugar de residencia: crecimiento profesional (estudios, trabajo), por motivos personales (pareja, familia, amigos), por problemas políticos, económicos, etc.

Las migraciones están atravesadas por diferentes fenómenos; no es un único aspecto desde el que se pueden analizar todas las implicancias. En este post nos centraremos en algunas demandas o motivos de consulta que hemos observado en nuestros pacientes y qué elementos tendremos que tener en cuenta para acompañarlos.

¿Quién soy?

La identidad es uno de los aspectos que se ponen en riesgo debido a las múltiples pérdidas y continuas adaptaciones que una persona debe realizar para insertarse y no quedar fuera de un nuevo sistema. Esto supone desplegar una gran capacidad de aprendizaje, de afrontamiento, de reorganización psíquica. Para algunas personas, esto puede constituir un desafío que deviene en aprendizaje y en una sensación de logro y autonomía personal. Para otras personas, este proceso puede resultar traumático y tener efectos en la salud física y mental.

Muchos consultantes acuden por problemas de depresión, ansiedad, insomnio, ira, estrés, desasosiego… Algunos no hallan su lugar en el nuevo mundo y no saben por donde comenzar la reconstrucción de la nueva realidad externa e interna.

La identidad supone un autoconocimiento consciente de uno mismo y de una continuidad interna a través de todos los cambios de la personalidad en la vida (Passalacqua, 1983, citado en Castro, 2011). Incluye además, como señala Erikson (1968, citado en Castro, 2011) una doble vertiente: una personal y otra cultural “una unidad de identidad personal y cultural”.

Quién emigra, debe conciliar internamente la nostalgia de lo que deja y el deseo de los logros que espera conseguir. Esto supone transitar de alguna manera un camino solitario: abandonar un espacio en donde “soy alguien” por un lugar en donde inicialmente “no soy nadie”, todo esto ligado a una nueva realidad “legal” en la que el emigrante debe comenzar a nacer en un nuevo sistema, sin documentos que legitimen su identidad.

Los 7 duelos de la migración.

Joseba Achotegui (2012) identifica diferentes tipos de duelos por los que pasa una persona al emigrar, en relación a la familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el grupo de pertenencia y los riesgos físicos.

Este autor además, explica que estos duelos se dan en mayor o menor medida en todo proceso migratorio pero distingue entre un duelo simple, en donde la migración se puede vivir en buenas condiciones, de un duelo complicado, en donde se emigra en situaciones límite.

Siguiendo a otros autores como León y Rebeca Grinberg (1996, citado en Castro, 2011), “…la migración es una experiencia potencialmente traumática caracterizada por una serie de acontecimientos traumáticos parciales y configura, a la vez, una situación de crisis.”

El duelo en relación con la familia.

La familia que se deja, por un lado, constituye un conjunto de experiencias y de vínculos que no pueden ser fácilmente reemplazados y que condicionan a veces las decisiones que el emigrante toma en su nuevo lugar de residencia, a veces de forma consciente, a veces de forma inconsciente. Algunas personas se cuestionan en la terapia si deberían continuar con su vida en el país en el que emigraron o si deberían pensar en volver y pasar quizás los últimos años con padres, abuelos, tíos, etc… El sentimiento de culpa por “no estar en donde debería” puede de alguna manera sabotear los proyectos que emigrante pretendía construir: tener una mejor carrera profesional, armar una pareja, tener hijos, etc. A veces este motivo queda escondido debajo de muchas capas de síntomas y es durante el proceso terapéutico en donde se puede hacer consciente la contradicción: “quiero seguir con mi vida pero siento culpa por no cuidar de mi madre, padre, etc.” , “quiero ser feliz y tener una pareja pero me alejaría de mi familia porque él/ella nunca se volvería a mi país”, “quiero progresar económica /profesionalmente pero eso supondría no volver nunca más a mi país y/no ver a mi familia”…. Estas y muchas otras afirmaciones son las que emergen del inconsciente, cuando el paciente está listo para afrontarlas. Cuanto más profundan sean las raíces que el emigrante ponga en su nueva tierra, más sentimiento de culpa puede sentir si no se produce una adecuada elaboración de lo que se deja atrás.

Un nuevo idioma: el lenguaje como vínculo que se pierde (o no puede soltarse).

En algunos casos, quién emigra debe confrontarse con el uso de un idioma completamente diferente de la lengua materna e incluso, como señala Guinsberg (2005), aun hablando el mismo idioma el uso del lenguaje puede no ser el mismo: las mismas palabras pueden tener un significado (y un significante) distinto, con las confusiones y malos entendidos que esto produce, algo comúnmente observable sobre todo en quienes emigran a España desde algún país de Latinoamérica. Inclusive para aquellos que emigran dentro de España, en donde la distancia con su tierra de origen no supone un desplazamiento tan dificultoso, la diversidad lingüística hace que surjan nuevas barreras comunicativas que deben ser superadas.

En muchos casos se puede observar que hay quienes se han adaptado (y adoptado) el lenguaje del país de destino y quienes, por el contrario, siguen sujetos a su lengua nativa, a sus acentos y expresiones, como si hubiera un conflicto entre dos lealtades, planteada desde una lógica disyuntiva ( o una cosa o la otra), no aditiva (Guinsberg,2005).

La cultura como moneda de cambio: “yo te acepto si tú me aceptas”.

Al igual que como pasa con la lengua, las diferencias culturales del emigrante y del país /región al que se emigra pueden suponer un conflicto de lealtades. En palabras de Amin Maalouf, en su libro “Identidades Asesinas”, dice:  “…a los «unos»: «cuanto más os impregnéis de la cultura del país de acogida, tanto más podréis impregnarlo de la vuestra»; y después a los «otros»: «cuanto más perciba un inmigrado que se respeta su cultura de origen, más se abrirá a la cultura del país de acogida» (1999).

Como se observa muchas veces en las consultas psicológicas, muchos emigrantes sienten que sus pertenencias originales e identitarias son ignoradas o rechazadas, en el peor de los casos, en el nuevo entorno en donde se mueven. También pueden sentir que, a medida que se integran en el nuevo contexto cultural, se producen cambios en la forma de vincularse, hablar, comer, etc., cambios que en su contexto de origen pueden ser interpretados como una resignación de su identidad original.

En otros casos, también se observa la adscripción a grupos de pertenencia vinculados a su país, tierra o cultura de origen, en donde sienten que vuelven a encontrar “algo” familiar que dejaron atrás.

¿Qué hacer con el malestar? ¿puede ayudarme la terapia a sentirme más integrado?

En el centro de psicología clínica Canvis en Barcelona recibimos a muchas personas que inicialmente consultan por múltiples síntomas pero en las que observamos que puede haber un núcleo común, en muchos casos ligado al hecho de haber efectuado un cambio de residencia, incluso  en aquellos que vienen a vivir a Barcelona pero que son de alguna región de España.

Como enumeramos anteriormente, son muchos los duelos por los que una persona puede atravesar al emigrar de “su lugar”, duelos que pueden presentarse juntos, separados y en diferentes grados. El proceso terapéutico puede ayudar a conciliar estos aspectos que al principio pueden no ser conscientes pero que pueden generar mucho malestar interno e inclusive pueden sabotear los proyectos y expectativas ligados al cambio de residencia.

Asimismo, dependiendo de las condiciones del lugar de destino al que se emigra (si se trata de lugar más o menos agradable, culturalmente similar, hostil, etc.) y en combinación con los recursos propios de los que dispone cada persona, el resultado del encuentro con la nueva situación proporcionará experiencias diferentes en cada emigrante, experiencias que para algunos, como decíamos al inicio, pueden ser traumáticas o no.

Consideramos que estar acompañado terapéuticamente en este difícil camino puede ser muy recomendable, tanto si el malestar es muy intenso como si es leve. A veces es difícil identificar solos aquellos elementos que constituyen “palos en la rueda” y que nos hacen pensar que estamos nadando contra la corriente. Al revisar estos elementos en la terapia podemos encontrar en nosotros mismos los recursos internos para resolver situaciones conflictivas o inclusive desarrollarlos, algo que seguramente nos aportará un aumento de nuestra autoestima y de nuestra capacidad de afrontar nuevos retos.