Qué pensar y esperar cuando “no espero”.

Para algunas mujeres, el hecho de acceder a la maternidad puede constituir un acontecimiento que se presenta de forma relativamente sencilla, ya que todos los procesos orgánicos han confluido positivamente para que ocurra “el milagro”. Para otras mujeres, el deseo de concebir un hijo se transforma en un camino angustiante, lleno de incertidumbres y de fantasías negativas sobre un posible “organismo defectuoso”.

Pero no debemos olvidar que la concepción y gestación de un bebé no constituye la totalidad de la experiencia de la maternidad, es decir, que no se trata de un fenómeno puramente biológico sino que en la mujer confluyen y conviven muchas fantasías y expectativas durante todo el proceso de “dulce espera” o de desesperanza, cuando el deseo no se concreta.

En este post nos gustaría analizar brevemente algunos conflictos asociados al deseo de ser madre y a la frustración de no conseguirlo.

La etiqueta diagnóstica de infertilidad.

Puntualmente en Barcelona, y en la Comunidad de Cataluña, el Sistema Nacional de Salud nos indica que hasta los 40 años se puede tener acceso a un tratamiento de fertilidad asistida cuyos costes son cubiertos por este servicio, si el paciente cumple determinados requisitos. A partir de esa edad, las mujeres o las parejas que desean concebir un hijo se ven libradas a su suerte: no solo tienen que lidiar psicológicamente con un conflicto interno sino que externamente, tienen que asumir, si es que pueden, el elevado coste económico que supone la intervención de la ciencia de la reproducción asistida.

Lamentablemente, estas mujeres o parejas, en muchos casos no reciben una respuesta o una explicación sobre “qué es lo que falla”, quedando desamparados ante un incierto problema sin posibles soluciones. Asimismo, el veredicto de “infertilidad sin causa conocida” es el que se extiende por defecto en muchos casos o se alude a la edad materna como causa preferencial del problema (utilizada muchas veces como diagnóstico tipo “cajón de sastre” por los especialistas) dejando a estos pacientes despojados  y desamparados en muchos aspectos: de opciones de tratamiento – porque el SNS no lo cubre -, de la posibilidad de reflexionar – porque no se les ofrece una interconsulta psicológica – o de tener esperanzas – porque “no hay nada que esperar”.

El reloj biológico

La ciencia indica que las mujeres hasta los 35 años tienen probabilidades más altas de fecundar un embrión viable y que, después de esa edad, las posibilidades van disminuyendo de forma bastante acusada (dependiendo de cada organismo, lógicamente). Lamentablemente, el paso del tiempo es algo que se nos impone y es común ver en las consultas obstétricas mujeres con edades superiores en las que la ciencia ha trazado su límite.

Los datos de 2018, en España, según el indicador de fecundidad del Instituto Nacional de Estadística, sitúan la media de edad de las mujeres que son madres en 32,19 %, es decir, casi en el límite de los 35 años de edad en donde la fecundidad del organismo de la mujer comenzaría a descender. Asimismo, este organismo informa que actualmente la media de hijos por mujer es de 1,31, una de las cifras más bajas de la Comunidad Europea.

El reloj psicológico

Más allá del proceso biológico para el que el organismo de la mujer está preparado, existe otro marcador ligado a aspectos internos, más subjetivos. ¿Qué pasa cuando el deseo no conjura los dos aspectos involucrados en el proceso de acceso a la maternidad?: a veces se quiere y no se puede; otras veces se puede y no se quiere.

La mujer hoy en día debe confrontarse con la decisión de postergar o bien su maternidad o bien su desarrollo personal y profesional. En ambos casos, se produce una renuncia a un deseo con el doloroso conocimiento, a veces consciente y a veces no, de que el futuro podría ser incierto.

Como dice la psicoanalista Marie Langer, el rol de la mujer, anteriormente ligado a su función reproductiva, ya no produce gratificación en sí mismo y la mujer de la sociedad actual, luego muchos cambios socio-culturales, ha logrado tener un lugar en donde puede obtener otras gratificaciones.

Sin embargo, de forma inconsciente, esta mujer se ve frustrada de alguna manera en la expresión de su femineidad: conscientemente, la mujer ya no quiere tener tantos hijos pero inconscientemente, este conflicto consigo misma puede expresarse en diferentes terrenos. Para esta autora: “la mujer actual que se adapta totalmente a una sociedad anti-instintiva y anti-maternal, sufrirá de alguna manera las consecuencias siempre que no sepa integrar su logro profesional con su vida amorosa y de madre”, una integración que no es fácil de alcanzar.

Añade que aún sin tener hijos, una mujer puede sentirse plena y feliz siempre que pueda encontrar una forma de vida en la cual sublimar satisfactoriamente su instinto maternal ya que psicológicamente, lo que es importante según Marie Langer, es la aceptación relativamente libre de la pérdida de la posibilidad de ser madre.

El cuerpo como campo de batalla

En la mujer existe una interrelación constante entre procesos biológicos y psicológicos. La infertilidad, o su amenaza, se presenta entonces como un fantasma que deambula sobre la imagen de un cuerpo entero o funcional que tiene cada mujer.

Ante una sospecha de problemas de fertilidad, se inician procesos de exploración y diagnóstico que pueden generar mucho malestar y que pueden resultar muy invasivos. Las múltiples analíticas y exploraciones ginecológicas posicionan a esta mujer ante un escenario incierto, frío y plagado de angustias. El cuerpo queda desprovisto de sus instintos más básicos (como el deseo de hacer el amor con la pareja) para ponerse al servicio de la ciencia. A estos pacientes, se les pide que ejecuten milimétricamente procedimientos que los alejan del deseo de encontrarse con su pareja: si la fantasía del coito va ligada al deseo de concebir un hijo, el acto de hacer el amor en sí mismo queda desvinculado de su función más instintiva, desligándolo del deseo.

Aún sin iniciar el tratamiento de fertilidad asistida, el mero diagnóstico de infertilidad sin causa o su sospecha por parte de un médico puede operar como un potente inhibidor del deseo sexual en la mujer o en la pareja. ¿Pero cómo se concibe un hijo desde este lugar tan desesperanzador? ¿Cómo se espera que las parejas sigan intentando lograr su deseo a pesar de los inconvenientes cuando se les ha sentenciado a renunciar a un proyecto y cuando además, se les ve opacado el mero placer del encuentro sexual?

Más adelante, aquellas parejas que continúan intentando el camino de propuestas científicas de fertilidad asistida, constatarán aun más esta separación entre los aspectos biológicos y los instintivos, psicológicos, afectivos, etc. Aquí el cuerpo de la mujer es manipulado por los científicos, como si fuera un mero objeto mecánico al servicio de la ciencia. Durante este proceso, ella desconocerá completamente qué es lo que ocurre dentro suyo o por qué, debiendo someterse a todas las pautas que se le imponen, transformando su cuerpo en un objeto asexuado.

Si la sexualidad está ligada a la fantasía de la concepción de un bebé, la no sexualidad de su cuerpo y del proceso (aséptico y casi quirúrgico) la confrontarán con otro tipo de fantasías.

La importancia de la elaboración

Los profesionales de la psicología podemos acompañar a aquellas mujeres y/o parejas que deseen estar más apoyadas en estos procesos tan difíciles. Creemos que es importante que estos pacientes no estén solos y desamparados a la hora de enfrentarse con obstáculos en la realización del deseo de tener un hijo dado que en muchas consultas médicas no se ofrece la posibilidad de tener un sostén psicológico que permita elaborar aquellos aspectos afectivos que van surgiendo cuando no todo va como nos gustaría.

En el centro de psicología Canvis en Barcelona, trabajamos desde hace muchos años, acompañando a nuestras pacientes en aquellos aspectos en los que necesiten elaborar situaciones complicadas y en las que es aconsejable no afrontarlas solos.