Este mes en la entrada del Bloc de Canvis, vamos a dirigir nuestra atención a una temática que cada vez requiere más demanda social dentro de la terapia psicológica y que además, está vinculada con el conocimiento más actualizado en las evidencias científicas publicadas más recientes.

Es un tema relevante que está relacionado con la psicología moderna y en concreto en el ámbito clínico. El tema en cuestión es el Trastorno de pánico (TP).

El trastorno de pánico, es un trastorno de ansiedad que se caracteriza principalmente por ataques inesperados de miedo que pueden ser de forma intensa o generados a partir de la angustia, conocidos como “ataques de pánico”. Estos ataques a los que hacemos referencia pueden estar acompañados la mayor parte de ocasiones por una variedad de síntomas físicos, sudoración, palpitaciones, dificultades para respirar, mareo, entre otros. Durante un ataque de pánico, las personas pueden vivir una sensación intensa de que están perdiendo el control de si mismos o de que van a morir, por lo tanto, dichos ataques de pánico pueden tener una duración de varios minutos hasta horas dependiendo del caso en cuestión.

Además de los ataques de pánico, las personas con trastorno de pánico pueden experimentar de forma reiterada miedo intenso o crear evitación a ciertas situaciones conflictivas o lugares debido al temor que les ocasiona a tener tales síntomas. Estás situaciones pueden tener un gran impacto significativo en la vida cotidiana de la persona, y en la capacidad humana para llevar a cabo las diferentes actividades normales de un día a día, creando conductas de evitación que pueden consolidarse fácilmente.

Por último, y no menos importante para finalizar las afirmaciones terapéuticas, existen una serie de estadísticas que nos pueden detallar una información relevante del tipo de paciente que puede acudir a consulta. Una de las más significativas es que las mujeres tienen el doble de posibilidades de contraer el trastorno de pánico según las últimas evidencias científicas, tal factor de riesgo es un conocimiento a tener en cuenta dentro de los criterios.

Otro punto interesante visto en terapia y ya instaurado como un hábito, es que las personas con Trastorno de pánico frecuentan los servicios de urgencias y de medicina general de forma más regular, presentado un porcentaje muy alto de síntomas cardiacos inexplicables, vértigos y molestias intestinales (Barlow et al, 2000). Dentro de los aspectos positivos podemos indicar que el tratamiento del trastorno de pánico tiene unos índices de efectividad bastante elevado dado que es tratable con terapia y medicación de forma alterna. Las principales terapias que se utilizan de forma regular para el TP son la terapia cognitivo conductual (TCC).

Un factor también a tener en cuenta es la vulnerabilidad biológica, es una variante un tanto inespecífica dado que se tiene que establecer el contexto en cuestión, no obstante, está asociada a responder de forma ansiosa y/o amenazante a los estímulos externos.

La terapia cognitivo conductual, es considerada uno de los tratamientos más eficaces para el TP. La TCC se enfoca de forma clara en el cambio de patrones de pensamiento y/o comportamiento de la persona que pueden contribuir al trastorno de pánico. A través de la TCC, las personas aprenden de forma valiosa a reconocer cognitivamente tales síntomas pero a su vez, a cambiar los pensamientos negativos y/o distorsionados que pueden asistir a los ataques de pánico que se están mencionando y, a desarrollar habilidades para manejar de forma coherente el estrés y la ansiedad.

La TCC también aporta que progresivamente puede incluir la exposición gradual a situaciones temidas para ayudar al paciente a lidiar con sus temores y/o conflictos. Cabe destacar en este punto, que los modelos conductuales propone una connotación terapéutica basada en gran parte en la exposición, tal propuesta produce que el estímulo aversivo (en nuestro caso los ataques de pánico), no obstante, se tiene que ser cauto verificando siempre el umbral de exposición que puede abarcar el paciente.

Finalizando el apartado de tratamiento cabe indicar que el pronóstico a largo plazo, sin un tratamiento adecuado, es peor que el de la depresión mayor (Botella, 2001), tal afirmación reafirma la necesidad de implicación en el propio conocimiento personal y adoptar medidas de acción para una salud mental óptima.

Entrando en el tema de las situaciones establecidas, cabe destacar que en la mayoría de ocasiones el trastorno de pánico está acompañado con otras patologías que pueden comportar comorbilidad, como son; la ansiedad, la agorafobia, aislamiento social y la depresión. Es importante recalcar el nexo vinculante entre ellas que no deja ser el factor estresante de situaciones inesperadas en un momento concreto.

Una de las mas comunes es el miedo a la pérdida o la separación de un ser querido, en este punto podemos incidir incluso en los posibles antecedentes familiares, no obstante, constituye un riesgo o un factor de riesgo a tener en cuenta.

La vulnerabilidad psicológica es el campo de acción que más repercute. Está condicionada a la temprana edad en muchas personas y crea un sentimiento de necesidad bastante recurrente en el trastorno de pánico dando paso a una multitud de experiencias negativas que pueden condicionar ampliamente nuestro futuro inmediato. Todo este cuadro, genera una aprensión ansiosa que puede detonar principalmente en problemas biológicos dando paso los ataques de pánico ya mencionados, creando una situación de peligro y de expectativa dando lugar a un estado de alerta constante creando un escudo de protección a los estímulos externos.

Por últimos nombramos los llamados aprendizajes focalizados. En este punto al que hacemos referencia está vinculado a los posibles condicionamientos externos aprendidos y relacionados con el entorno familiar. En dichos aprendizajes suelen estar vinculado con personas que desde su infancia siempre han dado una importancia vital a cualquier patología, creando un reflejo de quejas somáticas que dan paso a que la persona en cuestión se exponga pensamientos, sensaciones y comportamientos intensos relacionados con los síntomas. Es decir, tales exposiciones dan pie de forma continuada a una exposición ansiosa que puede estar focalizada en uno o varios sucesos estresantes, llevando de forma inexorable a una más que posible ansiedad, derivando a un ataque de pánico.

Desde el Centro de psicología Canvis, somos conscientes de la necesidad de establecer una historia médica adecuada y profesional que se puedan esclarecer tales patrones estresantes y disipar cualquier duda dentro del proceso terapéutico que, sin lugar a dudas, pueden condicionar la terapia en sí misma, pero a su vez dando paso a aumentar la probabilidad de éxito, estableciendo una nuevas pautas de comportamiento donde el paciente pueda lidiar con sus estímulos estresores.

Las acciones, conductas y sobre todo los hábitos que escoge un ser humano tiene un peso significativo en nuestra vida ordinaria y pueden repercutir en la disminución o en el incremento del Trastorno de Pánico, son aspectos para la reflexión personal ya que pueden incidir exponencialmente en el TP y en los hábitos que mantenemos en nuestra existencia. Tales hábitos, tienen una rápida consolidación dado que en muchas ocasiones están reconocidos socialmente e implícitos en nuestros círculos más cercanos. Por esta razón pueden derivar en conductas que fácilmente pueden ser el inicio de un reflejo de los criterios nombrados en el trastorno pánico.

Uno de los factores a los que hacemos referencia y que está instaurado en nuestra sociedad es el tabaquismo, extensas son las evidencias científicas de las posibles repercusiones negativas a nivel orgánico. La prevalencia del consumo de tabaco en España es elevada, a pesar de las restricciones que han ido creciendo a lo largo del tiempo, no obstante, desde un enfoque psicológico también concierne tanto en la vida psíquica del paciente como en la terapia psicológica en sí misma. Es importante hacer énfasis en el tabaquismo dado que es utilizado inconscientemente en muchas ocasiones como un recurso que está socialmente reconocido para cesar el aumento de estrés y el afecto negativo ya sea a título personal como profesional.

Existen estudios que refieren a un patrón psicológico social dado que la eliminación del tabaco puede ocasionar efectos positivos como son una reducción significativa del estrés e incluso en la mejora fehaciente en el estado de ánimo una vez consolidada la exclusión, aumentando de esta manera la calidad de vida dando paso a la disminución de forma categórica el riesgo de diagnóstico de una depresión, ansiedad o Trastorno de Pánico (Kassel et al., 2003; Sobradiel & García-Vicent, 2007).

Desde el centro de psicología Canvis somos conscientes de la necesidad holística que nos ofrece tal reflexión, dando fuerza al proceso terapéutico pero también, a la consolidación de los buenos hábitos fácilmente alcanzables por el paciente que permitan una salud mental óptima en el transcurso de nuestra vida.

Bibliografia

McNally, R. J. (1996). Nuevos desarrollos en el tratamiento del trastorno de pánico. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 1(2), 91-103.

Puerto, A. G., García-Sancho, J. C. M., & Soler, C. L. (2009). Tratamiento cognitivo-conductual grupal del trastorno de pánico con o sin agorafobia en un centro de salud mental público. Revista de psicopatología y psicología clínica, 14(2), 79-93.

Mae Wood, C., Cano-Vindel, A., Iruarrizaga, I., Dongil, E., & Martín Salguero, J. (2010). Relaciones entre estrés, tabaco y trastorno de pánico. Ansiedad y estrés, 16.

Odriozola, E. E. (1999). Trastorno de pánico:¿ terapias psicológicas, psicofármacos o tratamientos combinados?. Análisis y modificación de conducta, 25(103), 675-702.