Dobles coerciones recíprocas: cómo nuestras acciones influyen en las expectativas de los demás y viceversa.

¿Alguna vez has notado cómo tus acciones y decisiones están influenciadas por las expectativas de los demás? ¿Y cómo, a su vez, tus propias expectativas afectan el comportamiento de los demás?

Estos patrones de influencia mutua se conocen como dobles coerciones recíprocas, un concepto clave en la teoría de la influencia social. En este artículo, exploraremos en profundidad qué son las dobles coerciones recíprocas, cómo funcionan y cómo pueden afectar nuestra vida cotidiana.

¿Qué son las dobles coerciones recíprocas?

Las dobles coerciones recíprocas son una forma de influencia social en la que las expectativas de las personas sobre el comportamiento de los demás se ven afectadas por las acciones de esas mismas personas. En otras palabras, nuestras acciones pueden influir en las expectativas de los demás, que a su vez influyen en nuestras acciones, creando un círculo vicioso de influencia mutua, que puede llegar a interponerse en las acciones previstas y en la verdadera intención de la persona.

Por ejemplo, imagina que estás en una fiesta y decides no beber alcohol. Si tus amigos esperan que bebas, pueden presionarte para que bebas, lo que aumentará aún más su expectativa de que bebas la próxima vez que salgáis juntos. Por otro lado, si tus amigos esperan que no bebas, pueden elogiar tu decisión y alentarla, lo que a su vez refuerza su expectativa de que no bebas en próximos eventos.

Este proceso se conoce como doble coerción recíproca porque ambas partes (tú y los demás) están siendo influenciadas por las expectativas y acciones del otro. El resto de personas pueden influir en tus decisiones y acciones, pero tus decisiones y acciones también pueden influir en las expectativas de las personas.

¿Cómo nos influyen las expectativas de los demás?

Las expectativas de los demás pueden influir significativamente en nuestras acciones y decisiones. Desde una edad temprana, se nos enseña a prestar atención a las expectativas de los demás y a comportarnos de acuerdo con ellas. Como resultado, a menudo internalizamos estas expectativas y las hacemos nuestras, incluso si no estamos completamente de acuerdo con ellas.

Las expectativas de los demás pueden influir en nuestras acciones de muchas maneras. Por ejemplo, si nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, etc esperan que nos comportemos de cierta manera en una situación social, es posible que nos sintamos obligados a actuar de acuerdo con esas expectativas para mantener la armonía en el grupo y evitar una situación conflictiva. Del mismo modo, si nuestros padres esperan que sigamos una carrera específica o una forma de vida particular, podemos sentirnos presionados para seguir ese camino, incluso si no es lo que realmente queremos.

Las expectativas de los demás también pueden influir en nuestras decisiones. Cuando tomamos decisiones, a menudo consideramos cómo serán percibidas por los demás y cómo afectarán a nuestras relaciones interpersonales. Si nuestras decisiones chocan con las expectativas de los demás, podemos sentirnos presionados para cambiar de opinión o justificar nuestras decisiones de forma que no generen una disonancia con la opinión externa.

Además, las expectativas de los demás también pueden influir en nuestra autoestima y nuestro sentido de identidad. Si sentimos que no estamos cumpliendo con las expectativas de los demás, podemos experimentar sentimientos de culpa, vergüenza o inadecuación. Esto puede llevar a una disminución en la autoestima y confianza en uno mismo.

Por otra parte, pueden influir en nuestro locus de control interno, que es la percepción de que tenemos el control sobre lo que ocurre en nuestro entorno y en cómo nuestras acciones lo modifican. Si nos sentimos presionados para cumplir con las expectativas de los demás, podemos sentir que no tenemos control sobre nuestra propia vida y que nuestras decisiones y acciones son dictadas por factores externos.

Por ejemplo, si nuestros padres esperan que sigamos una carrera específica, podemos sentir que nuestras decisiones no son realmente nuestras, sino que están influenciadas por las expectativas de nuestros padres. Esto puede disminuir nuestro sentido de control sobre nuestras decisiones y acciones, y hacer que sintamos que estamos viviendo una vida que no es auténticamente nuestra.

Así, si una persona tiene principalmente un locus de control externo, es decir, tiende a atribuir los resultados de los eventos a factores externos, como la suerte o el destino, en lugar de su propio comportamiento o habilidades, es más probable que experimente sentimientos de indefensión aprendida. La indefensión aprendida se produce cuando una persona se siente incapaz de controlar los resultados de los eventos, incluso si la solución a un problema está a su alcance. Si alguien tiene un locus de control externo, es más probable que atribuya los resultados de los eventos a factores fuera de su control, lo que podría llevar a la creencia de que no importa lo que haga, no puede afectar los resultados.

Sin embargo, si somos capaces de mantener nuestro sentido de identidad y de tomar decisiones informadas y auténticas, podemos fortalecer nuestro locus de control interno. Si bien es importante considerar las expectativas de los demás, también es importante recordar que tenemos el poder de tomar nuestras propias decisiones y de definir nuestras propias vidas. Al ser conscientes de cómo las expectativas de los demás pueden afectar nuestro sentido de control interno y trabajar para mantener nuestro propio sentido de agencia, podemos vivir una vida más auténtica y satisfactoria.

¿Cómo funcionan las dobles coerciones recíprocas?

Las dobles coerciones recíprocas funcionan mediante un proceso de feedback en el que nuestras acciones y expectativas interactúan y se refuerzan mutuamente. Por ejemplo, si alguien espera que actúes de cierta manera y tú cumples esas expectativas, esa persona es más probable que tenga una expectativa similar la próxima vez que te encuentres. La persona viviría los encuentros contigo desde la seguridad de que tu forma de actuar es estable y por lo tanto sabe lo que puede dar y recibir en las interacciones que mantengáis.

Este proceso puede ser positivo o negativo. Si tus acciones refuerzan las expectativas positivas de los demás, es más probable que se sientan atraídos por ti y quieran interactuar contigo en el futuro, ya que sienten un mayor control y estabilidad en la interacción. Pero si tus acciones van en contra de las expectativas de los demás, es más probable que se sientan desconcertados e inseguros en las futuras interacciones que compartáis.

Además, las dobles coerciones recíprocas pueden ser directas o indirectas. Las dobles coerciones recíprocas directas ocurren cuando alguien te presiona directamente para que cambies tu comportamiento. Las dobles coerciones recíprocas indirectas ocurren cuando alguien te presenta una expectativa implícita que afecta tus acciones y decisiones.

Por ejemplo, un amigo que dice «no te preocupes, no es gran cosa» después de que dices que no puedes hacer algo, está presentando una expectativa implícita de que deberías poder hacerlo, lo que puede influir en tus decisiones y acciones futuras.

¿Cómo se nos presentan las dobles coerciones recíprocas a nivel social?

Las dobles coerciones recíprocas pueden estar presentes en situaciones en las que no hay una interacción directa entre dos personas, sino que se trata de presiones sociales más amplias. Por ejemplo, en ciertas culturas o subculturas, puede haber expectativas sociales sobre cómo deben comportarse las personas en cuanto a su apariencia, gustos, aficiones, creencias y relaciones interpersonales. Estas expectativas pueden ser muy fuertes y pueden ejercer una presión sobre los individuos para que se adapten a ellas, aunque no estén de acuerdo con ellas o se sientan incómodos.

Otro aspecto interesante de las dobles coerciones recíprocas es que pueden ser utilizadas por grupos o instituciones para controlar o influir en el comportamiento de las personas. Por ejemplo, en algunos contextos religiosos, políticos o laborales, puede haber expectativas muy estrictas sobre cómo deben comportarse los miembros del grupo, y las personas que no cumplen con estas expectativas pueden ser castigadas o marginadas. En este caso, las dobles coerciones recíprocas pueden ser utilizadas como una herramienta de control social.

Además, las dobles coerciones recíprocas pueden estar presentes en relaciones de poder desiguales, como relaciones entre padres e hijos, jefes y subordinados o parejas abusivas. En estas situaciones, una persona puede ejercer presión sobre la otra para que cumpla con sus expectativas, incluso si estas expectativas son injustas o perjudiciales para la otra persona. Esta dinámica puede ser particularmente difícil de manejar para la persona que se encuentra en una posición de menor poder, ya que puede sentirse atrapada entre las expectativas de la otra persona y su propia necesidad de mantener la relación.

De esta forma, las dobles coerciones recíprocas son una forma común de influencia social que pueden estar presentes en muchas situaciones de la vida cotidiana. Pueden tener efectos negativos en la autoestima, las relaciones interpersonales y la capacidad para tomar decisiones informadas, pero hay muchas estrategias efectivas para manejarlas. Al ser conscientes de cómo funcionan las dobles coerciones recíprocas y utilizar técnicas como el «dar y tomar», la negociación y la toma de posturas firmes, podemos mantener nuestra propia identidad y tomar decisiones informadas que sean verdaderamente lo mejor para nosotros.

¿Cómo pueden las dobles coerciones recíprocas afectar a nuestra vida?

Las dobles coerciones recíprocas pueden afectar a nuestra vida de muchas formas diferentes. En primer lugar, pueden influir en nuestras decisiones y comportamientos, especialmente en situaciones en las que sentimos la presión social para actuar de cierta manera. Si nos sentimos atrapados en un patrón de expectativas y comportamientos mutuos con alguien, puede ser difícil escapar de ese patrón y actuar de manera independiente.

Por otra parte, las dobles coerciones recíprocas pueden afectar nuestra autoestima y autoimagen. Si sentimos que no podemos cumplir con las expectativas de los demás, podemos sentirnos inadecuados o insuficientes. Además, si nuestras acciones van en contra de las expectativas de los demás, podemos sentirnos juzgados o rechazados.

Asimismo, las dobles coerciones recíprocas pueden afectar nuestra capacidad para establecer y mantener relaciones saludables. Si estamos atrapados en un patrón de expectativas y comportamientos mutuos en nuestro vínculo con alguien, puede ser difícil construir una relación basada en la honestidad y la confianza. Además, si nuestras expectativas son demasiado altas o irracionales, podemos alejar a las personas de nuestras vidas.

Además, las dobles coerciones recíprocas pueden tener implicaciones más amplias para la sociedad en general. Si todos estamos influenciados por las expectativas de los demás de esta manera, puede ser difícil para las personas actuar de manera auténtica y desarrollar su propio sentido de identidad y propósito. Además, si nuestras expectativas son demasiado rígidas, puede ser difícil para las personas que son diferentes o no conformistas encontrar su lugar en la sociedad.

¿Cómo podemos manejar las dobles coerciones recíprocas?

Aunque las dobles coerciones recíprocas pueden ser difíciles de manejar, hay algunas estrategias que podemos utilizar para minimizar su impacto en nuestras vidas. En primer lugar, es importante ser conscientes de las expectativas de los demás y cómo pueden influir en nuestras acciones y decisiones. Si nos sentimos atrapados en un patrón de comportamiento con alguien, podemos intentar romper ese patrón siendo más conscientes de nuestras propias acciones y decisiones.

Es relevante ser honestos y directos con los demás sobre nuestras propias expectativas. Si tenemos expectativas demasiado altas o irracionales, podemos estar influyendo negativamente en las acciones y decisiones de los demás. Si somos más claros sobre nuestras expectativas y abiertos a la retroalimentación, podemos ayudar a minimizar el impacto de las dobles coerciones recíprocas en nuestras relaciones.

Es importante desarrollar un sentido de identidad y propósito propio. Si tenemos una sólida comprensión de quiénes somos y qué queremos en la vida, es menos probable que nos sintamos presionados por las expectativas de los demás. Si trabajamos en desarrollar nuestra propia autoestima y autoimagen, podemos estar menos influenciados por las expectativas de los demás y más capaces de actuar de manera auténtica.

Así, las dobles coerciones recíprocas son una forma común de influencia social en la que nuestras acciones y expectativas pueden influir en las acciones y expectativas de los demás. Si somos conscientes de cómo funcionan las dobles coerciones recíprocas y podemos manejarlas de manera efectiva, podemos mejorar nuestras relaciones interpersonales y tomar decisiones más informadas y auténticas.

Otras formas de manejar las coerciones recíprocas

Además de las estrategias mencionadas anteriormente, hay otras formas de manejar las dobles coerciones recíprocas que pueden ser útiles en situaciones específicas.

Una forma de manejar las dobles coerciones recíprocas es la técnica de «dar y tomar». Esta técnica implica dar un poco a los demás, pero también tomar un poco para uno mismo. Por ejemplo, si un amigo nos pide que hagamos algo que no queremos hacer, podemos ofrecer hacerlo a cambio de que hagan algo que nosotros queremos. De esta manera, podemos cumplir las expectativas de los demás sin perder nuestra propia identidad o ceder completamente a sus demandas.

Otra forma de manejar las dobles coerciones recíprocas es a través de la negociación. Si nuestras expectativas chocan con las expectativas de los demás, podemos intentar negociar un acuerdo que satisfaga a ambas partes. La negociación implica escuchar las necesidades y preocupaciones de los demás y buscar soluciones creativas y mutuamente beneficiosas.

En algunas situaciones, puede ser necesario tomar una postura firme y rechazar completamente las expectativas de los demás. Esto puede ser especialmente importante si las expectativas de los demás son inapropiadas o perjudiciales. En estos casos, puede ser necesario establecer límites claros y comunicar nuestras decisiones de manera firme pero respetuosa.

En conclusión, las dobles coerciones recíprocas son un patrón de influencia mutua en el que las acciones de una persona influyen en las expectativas de los demás, y a su vez, estas expectativas influyen en las acciones de la primera persona. Las expectativas de los demás pueden influir significativamente en nuestras acciones y decisiones, incluso cuando no estamos de acuerdo con ellas. Desde una edad temprana, se nos enseña a prestar atención a las expectativas de los demás y a comportarnos de acuerdo con ellas. Las expectativas de los demás también pueden influir en nuestra autoestima, nuestro sentido de identidad y nuestro locus de control interno, que es la percepción de que tenemos el control sobre nuestro entorno y nuestras acciones. Las dobles coerciones recíprocas funcionan mediante un proceso de feedback en el que nuestras acciones y expectativas interactúan y se refuerzan mutuamente.

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