Los conflictos entre hermanos son una expresión común y esperada en las relaciones familiares, presentes tanto en la infancia como en la edad adulta. En etapas tempranas, estas disputas surgen principalmente por la competencia por recursos parentales, diferencias de temperamento y procesos de socialización. En la adultez, si bien el contexto cambia, los conflictos pueden persistir o transformarse, vinculándose a responsabilidades familiares, decisiones financieras o valores divergentes. Comprender estos conflictos desde una perspectiva del desarrollo permite identificar patrones que se mantienen a lo largo del tiempo y proponer estrategias para favorecer relaciones fraternas más saludables y funcionales.

Definición de conflicto

El conflicto es una situación en la que dos o más partes tienen intereses, necesidades, deseos, valores o percepciones incompatibles o en oposición, lo que genera tensión, desacuerdo o confrontación. Desde una perspectiva psicológica y social, el conflicto puede ser: interno o externo.

Se hace referencia al nivel interno cuando ocurre dentro de una misma persona, por ejemplo, al enfrentar una decisión difícil o dilemas morales. Por otro lado, se hace referencia a un conflicto interpersonal cuando se produce entre dos o más personas, como en las relaciones familiares, laborales o sociales.

Los conflictos en la infancia

Los conflictos durante la infancia son una parte natural e inevitable del desarrollo humano. Desde los primeros años de vida, los niños/as se enfrentan a situaciones en las que deben compartir recursos, expresar sus deseos, resolver desacuerdos y aprender a convivir con otros. Lejos de ser simplemente conductas problemáticas, los conflictos infantiles reflejan procesos fundamentales en el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y cognitivas.

En el contexto familiar, especialmente entre hermanos/as, estas tensiones pueden manifestarse con frecuencia. Según la psicología del desarrollo, los conflictos entre hermanos/as tienen raíces tanto evolutivas como ambientales, y pueden surgir por diferencias de personalidad, competencia por la atención de los padres o, simplemente, por estar en constante interacción.

Comprender el significado, las causas y las consecuencias de estos conflictos permite a padres, educadores y profesionales del desarrollo infantil intervenir de manera más efectiva, promoviendo un crecimiento emocional saludable y relaciones interpersonales constructivas.

  • Teoría del conflicto entre hermanos/as

Cuando hablamos de los conflictos entre hermanos/as puede haber muchas causas, pasando desde las necesidades más simples a las más complejas.

La teoría del conflicto entre hermanos, propuesta por psicólogos evolucionistas como Robert Trivers (1974), plantea que los hermanos compiten por los recursos limitados de los padres, como atención, afecto, protección y apoyo económico, para maximizar su propio bienestar. Este enfoque sugiere que el conflicto tiene una base biológica adaptativa.

Esta teoría de conflicto de intereses parentales – filiales desarrolla que cada hijo/a tiene un interés individual en maximizar los recursos que recibe por parte de los padres. No obstante, son los mismos padres quien deben distribuir estos recursos entre varios hijos/as para asegurar la supervivencia del núcleo familiar. Consecuentemente, esto genera un conflicto de intereses ya que cada hermano/a va a buscar aumentar su “porción” de recursos, lo que supone una competencia entre hermanos/as y desarrolla la rivalidad entre ellos. De todos modos, se entenderá esta rivalidad como una consecuencia evolutiva natural por el hecho de compartir recursos limitados.

  • El conflicto como parte del desarrollo en la infancia

Las investigaciones en psicología del desarrollo muestran que el conflicto varía según la edad.

Durante la infancia temprana, incluso antes de los 2 años, los conflictos suelen ser frecuentes pero de baja intensidad, estando relacionados con juguetes, espacios, comida, deseos de atención exclusiva por parte de los padres…

El motivo de los conflictos suele ir variando con la edad, a medida que los niños/as se van desarrollando física y cognitivamente. En la etapa infantil, se suman conflictos vinculados a sentimientos de injusticia, comparaciones, diferencias en el temperamento y nivel de desarrollo emocional…

En la etapa de la adolescencia, los conflictos pueden volverse más complejos, incluyendo temas como autonomía, roles familiares y comparación académica o social.

La intensidad de estos conflictos puede variar según factores como el orden de nacimiento, la edad de los niños, el género, y el estilo de crianza de los padres.

Estudios longitudinales, como los del proyecto de investigación de Judy Dunn, indican que hermanos con temperamentos distintos, por ejemplo, uno más impulsivo y otro más reservado, tienden a tener más conflictos. Sin embargo, estas diferencias también pueden fomentar el aprendizaje de habilidades sociales como la negociación y la empatía.

Profundizando en los conflictos, debemos entender que no siempre son negativos, sino que son una oportunidad para el desarrollo. Varios estudios han demostrado que, en un contexto familiar de apoyo, las peleas entre hermanos pueden contribuir al desarrollo de habilidades sociales y de resolución de problemas (Recchia & Howe, 2009).

Sin embargo, cuando los conflictos son intensos, frecuentes y no se resuelven adecuadamente, pueden tener consecuencias perjudiciales, tales como: aumento de sintomatología ansiosa o depresiva, problemas de autoestima en el hermano/a que percibe desigualdad o favoritismo, dificultades en las relaciones sociales externas…

La forma en que los padres intervienen en los conflictos entre hermanos/as tiene un impacto significativo. Algunas investigaciones muestran que la mediación parental ayuda a los infantes a identificar emociones, entender la perspectiva del otro y buscar soluciones. Por lo tanto, un entorno donde los padres promuevan el diálogo, la negociación y la empatía serán favorecedores para el desarrollo de los infantes ya que serán entornos que promuevan la reducción de la agresividad y una mejora en la relación fraterna. A su vez, una rivalidad moderada puede ser un motor de motivación, identidad personal y autonomía.

Contrariamente, una de las variables que más influye en la intensidad de la rivalidad es la percepción de trato desigual por parte de los padres. Cuando un niño/a percibe que su hermano recibe más afecto, atención o privilegios, es más probable que se intensifiquen los conflictos, haya mayor rivalidad, se reduzca el bienestar emocional, haya un deterioro en la calidad de la relación fraterna…

Por lo tanto, dentro de que un entorno conflictivo puede generar consecuencias negativas en el desarrollo del infante, también cabe destacar que el conflicto en sí entre hermanos/as no se debe entender únicamente como algo estrictamente negativo, ya que también promueve el desarrollo de áreas como las habilidades sociales o la resolución de conflictos.

  • Estrategias para reducir los conflictos entre hermanos/as en etapa infanto – juvenil

Algunas de las estrategias para adultos para reducir los conflictos entre hermanos/as en etapa infanto – juvenil son las siguientes:

  • Fomentar la equidad, no la igualdad: adaptar las reglas y el trato a las necesidades individuales de cada hijo/a en vez de tratar a todos exactamente igual.
  • Promover la resolución de conflictos autónoma: enseñar a los hermanos/as a hablar sobre sus sentimientos y negociar soluciones fortalecerá su autonomía y sus habilidades sociales.
  • Establecer normas familiares claras: definir límites sobre conductas inaceptables, como la agresión física o verbal, reducirá la intensidad de los conflictos.
  • Pasar tiempo con cada hijo/a de manera individual: Tener espacios en común y espacios individuales reducirá los celos entre hermanos/as y mejorará la calidad del vínculo familiar.

Conflictos entre hermanos/as en la edad adulta

Aunque los conflictos entre hermanos/as suelen estudiarse con mayor frecuencia durante la infancia y la adolescencia, la literatura científica ha demostrado que estas dinámicas no desaparecen por completo con la madurez. Por el contrario, las relaciones entre hermanos/as en la edad adulta pueden continuar siendo fuente de apoyo emocional, pero también de tensión, competencia y conflicto, especialmente en contextos familiares críticos como el cuidado de padres mayores, herencias, diferencias ideológicas o desigualdades económicas.

  • Persistencia de patrones tempranos en la edad adulta

Estudios longitudinales han mostrado que las dinámicas establecidas en la niñez tienden a repetirse o consolidarse en la vida adulta. Muchos adultos mantienen una relación con sus hermanos influenciada por:

  • Roles familiares establecidos en la infancia, por ejemplo, el «protector», el «rebelde», el «preferido»…
  • Percepciones de favoritismo parental, que pueden permanecer activas o incluso intensificarse en contextos de decisiones familiares.
  • Estilos de apego desarrollados en la niñez, los cuales afectan la forma en que se manejan los conflictos en la adultez.

En este sentido, una relación fraterna marcada por rivalidad o distanciamiento durante la infancia tiene más probabilidades de mantenerse conflictiva en la adultez si no se han desarrollado nuevas estrategias de comunicación o resolución de conflictos.

  • Nuevas fuentes de conflicto en la edad adulta

A diferencia de la infancia, donde los conflictos suelen girar en torno a recursos tangibles o la atención parental, en la edad adulta surgen tensiones asociadas a:

  • Cuidados parentales y toma de decisiones familiares: la distribución de responsabilidades en el cuidado de padres ancianos suele ser una fuente frecuente de desacuerdos, especialmente cuando uno de los hermanos siente que asume una carga desproporcionada (Suitor et al., 2015). El conflicto puede intensificarse si existen diferencias en los valores, estilos de vida o disponibilidad económica.
  • Aspectos económicos y herencias: disputas relacionadas con legados familiares, propiedades o bienes pueden activar resentimientos pasados o percibidas desigualdades históricas. Las decisiones unilaterales o la falta de comunicación clara suelen agravar la tensión entre hermanos/as.
  • Diferencias ideológicas, políticas o religiosas: la divergencia de valores en la adultez puede llevar a rupturas si los hermanos/as no cuentan con estrategias saludables para el desacuerdo o no llegan a un término medio.
  • Competencia social o profesional: a pesar de la edad, algunos hermanos/as mantienen una competencia tácita por logros académicos, profesionales o familiares, por ejemplo, quién tiene el “mejor” trabajo, pareja o hijos.
  • Factores que moderan el conflicto

La investigación ha identificado ciertos factores que reducen o amortiguan los conflictos fraternos en la adultez:

  • Comunicación abierta y asertiva: favorece la resolución de desacuerdos y la comprensión mutua.
  • Independencia económica y geográfica: la distancia física o autonomía puede disminuir el contacto conflictivo.
  • Eventos vitales significativos como enfermedades, duelos o nacimientos: pueden actuar como catalizadores de reconciliación o, por el contrario, reactivar viejas tensiones según el caso.
  • Impacto del conflicto fraterno en la adultez

Los conflictos persistentes entre hermanos/as adultos, al igual que se ha comentado anteriormente en la etapa infantil – juvenil, pueden tener consecuencias emocionales profundas:

  • Aumento de estrés psicológico y sintomatología depresiva, especialmente en adultos mayores.
  • Reducción de las redes de apoyo: cuando la relación con los hermanos/as se deteriora, puede disminuir el sentido de pertenencia y soporte familiar.
  • Impacto en otras relaciones familiares, como con sobrinos o incluso en la relación con los propios hijos/as, si se reproducen dinámicas de conflicto.

Conclusión

Tal y como hemos visto a lo largo del artículo, los conflictos entre hermanos/as son naturales y forman parte del desarrollo humano. En la infancia, reflejan procesos de socialización y competencia por recursos familiares, mientras que en la adultez pueden persistir o transformarse por responsabilidades familiares y diferencias personales. Si bien pueden generar tensiones, también ofrecen oportunidades para el desarrollo de habilidades emocionales y sociales. Su impacto dependerá del contexto, la calidad de la comunicación y la percepción de equidad en la relación. Comprender estos conflictos desde una perspectiva evolutiva permite abordarlos de forma más empática y constructiva, mejorando así el bienestar individual y la cohesión familiar en etapas clave del ciclo vital.

Si usted o alguien de su entono necesita ayuda con la gestión de conflictos entre hermanos/as, no dude en solicitar una primera visita informativa con nosotros, en el Centro de Psicología CANVIS de Barcelona disponemos de un equipo de psicólogos/as que pueden acompañar su proceso.