No cabe duda de que el fenómeno de las redes sociales ha cambiado nuestras vidas y sobre todo nuestra forma de relacionarnos con los demás. Muchos ven las desventajas de la comunicación virtual. El psicólogo Kenneth Gergen habló de la «saturación social”: la sensación que tenemos a veces de estar siempre expuestos, siempre lanzados al escrutinio de los demás a la vez que juzgándoles. Pero si el 12% de la población mundial son usuarios activos de las redes sociales, es decir, unos 885 millones de personas, podemos pensar que es algo inevitable en nuestra sociedad, incluso un paso natural de la evolución.

En su libro Psychology of social networking (Psicología de las redes sociales), el psicólogo Aaron Balick habla del fenómeno de las redes sociales como extensión de nuestro self. Nos presentamos en las redes sociales como queremos que nos perciban los demás y como queremos ser vistos. Este self nuestro muy a menudo es falso y pretende llenar nuestro déficit narcisista de ser reconocidos y admirados.

Muchas veces este fenómeno va más allá y la necesidad de compartir con los demás nuestras vidas se convierte en una hipérbole con el objetivo de publicarla en las redes sociales. Los selfies son solo un ejemplo de auto-referencias que hacemos en las redes sociales para obtener un Like o un comentario así como para ganar reconocimiento y sentir pertenencia a un grupo.

Todo este fenómeno nos muestra cual es la base del ser humano – la inconsciente y primitiva motivación de relacionarse con los demás. El ser humano es un ser relacional, como subrayan las psicoterapias psicoanalíticas relacionales, que incluso produce tecnología para relacionarse y buscar satisfacer sus necesidades de reconocimiento, aceptación, admiración, afiliación. Las necesidades que muchas veces no han podido ser satisfechas por las personas significativas en nuestra infancia, crean un déficit y buscan otra forma de satisfacerse. ¿Será Facebook o Twitter suficiente o igual de deficitario?

 

Aleksandra Misiolek